Guión: Christopher Yost y Erik Burnham.
Dibujo: Carlo Barbieri, David Baldeón, Pat Oliffe y Tim Green.
Páginas: 112.
Precio: 11 euros.
Presentación: Rústica con solapas.
Publicación: Septiembre 2014.
Siempre produce una cierta amargura asistir al final de una serie que está dejando buenos momentos. Es lo que sucede con Araña Escarlata, que llega a su conclusión en este tercer volumen, La Caza, después de haber visto 25 números americanos, dos años de publicación. Chris Yost y Erik Burnham saben que se han quedado en el tintero líneas argumentales y posibilidades abiertas páginas atrás, pero consiguen que el final sea bastante redondo. La peripecia final de Kaine tiene que cerrar una etapa y eso lo consiguen los autores. Tiene que hacerlo volviendo de nuevo al guiño a la historia de Spiderman, y eso también lo ofrecen. Y todo tiene que quedar lo suficientemente abierto para que el personaje encuentre acomodo en otro lugar, esperando una nueva oportunidad en su propio título que quién sabe si acabará llegando, y eso también forma parte del cóctel que preparan Yost y Burnham. Quizá, sabiendo que es el final, pueda sentirse una cierta sensación de premura por atar cuantos más cabos mejor, pero en cualquier caso el balance de la serie es de notable. La serie, y este tercer volumen en particular, ha sido el Spiderman oscuro que se prometía pero con una fresca identidad propia, con secundarios y acción dignos de elogio.
Araña Escarlata siempre fue una serie que quiso combinar lo mejor de la trayectoria anterior del personaje (incluyendo su anterior encarnación y el mismo origen de Kaine como clon de Peter Parker) con la búsqueda de una genuina y fresca historia de superhéroes. O, mejor dicho, de antihéroes. Su cierre es el perfecto reflejo de esas pretensiones, porque la trama se mueve en torno a la identidad de Araña Escarlata (¿es un asesino, un héroe, las dos cosas o algo completamente diferente?), y eso afecta tanto a sus obsesiones personales, que se manifiestan en ese enfrentamiento que se adelanta en la cubierta con Ben Reilly, el anterior Araña Escarlata, como a las relaciones que ha forjado como individuo mientras buscaba su identidad. Todo encuentra una sensación de clímax bastante entretenida, gracias a la presencia de un villano sensacional que también procede del pasado de Spiderman. Hay una sensación cíclica en la vida de Kaine y eso también suma. Como lo hacen los secundarios, motores de las emociones que usa y ha de dominar Kaine para definirse como individuo. Si hay un personaje con el que Yost y Burnham disfrutan ese es el de Aracely, ya inevitablemente vinculado al presente y al futuro de Araña Escarlata como complemento ideal.
Y la acción es brillante. Algo ingenua si se quiere en algún momento, pero intensa y vibrante. A diferencia de lo que suele suceder en muchas series, no contar con un dibujante fijo no perjudica demasiado a Araña Escarlata (quizá únicamente en las diferentes formas de plasmar al villano de la primera mitad del libro), aunque se agradece que David Baldeón lleve la voz cantante y, de hecho, firme en solitario los tres últimos números de la serie. El suyo es un dibujo que redunda en esa espectacularidad superheroica que se busca, con espléndidas coreografías de lucha, sin renunciar a ciertos toques de humor y apostando claramente por dejar que las emociones de los personajes guíen lo que está sucediendo en la página. Araña Escarlata se acaba y lo hace tal y como desea despedirse toda serie de superhéroes: en su mejor momento. Araña Escarlata no languidecía, no echaba en falta a un equipo creativo que hubiera triunfado antes en la serie y no tenía defectos evidentes que merecieran el castigo de los lectores. Pero el mercado editorial es así. Al menos, lo que queda es un producto muy completo y entretenido, aunque sólo haya tenido 25 números en Estados Unidos y tres recopilatorios en España, del que sus autores pueden sentirse muy satisfechos.
El volumen incluye los números 21 a 25 de Scarlet Spider, publicados originalmente por Marvel Cómics entre octubre de 2013 y febrero de 2014. Además de la introducción de Julián M. Clemente, el contenido extra del libro son las cubiertas originales de Ryan Stegman.