CÓMIC PARA TODOS

‘Casa nº8. Una familia incolora’, de Patrick Wirbeleit y Sascha Wüstefeld

Editorial: Nuevo Nueve.

Guion: Patrick Wirbeleit.

Dibujo: Sascha Wüstefeld.

Páginas: 184.

Precio: 24,96 euros.

Presentación: Rústica con solapas.

Publicación: Abril 2024.

Si ya no es nada fácil encontrar historias nuevas para cualquier tipo de público, cuando hablamos del infantil esa es ya una tarea casi titánica. Los más pequeños lectores son los más complicados, porque exigen desde el primer momento. Necesitan historias que se queden en sus cabezas, mundos que puedan entender y que las llamen la atención, ideas imaginativas y frescas incluso aunque recuerden a otras. Y por eso que caiga en nuestras manos un tebeo como Casa nº8 es algo que celebramos, porque Patrick Wirbeleit y Sascha Wüstefeld han conseguido todos esos objetivos. ¿Cómo? Con el color. O quitándoselo a la historia. Muchas veces hemos alabado cómics infantiles y juveniles por el uso de paleta de colores viva y llamativa, que se lance sin miedo al sentido más desarrollado para la lectura en los niños, la vista. Esa solución, tan atractiva como aparentemente sencilla, encuentra aquí un reverso inteligente. Es la excusa para Una familia incolora, claro, pero no para lo que se nota que aspira a ser una serie. Ahí es donde entra en juego la magia, el otro gran elemento de esta historia, y la familia protagonista, tercera e imprescindible pata de uno de esos tebeos que da gusto leer, que sabe ser tan conciso como precisa el relato y que se comporta con igual eficacia siendo una historia única o el comienzo de algo más grande.

Esta es la historia de un niño que provoca la más alucinante de las experiencias. Wirbeleit imagina que este muchacho deja sin color al interior de su casa, a él mismo y a sus padres, pero el color persiste al otro lado del espejo. ¿Magia? Efectivamente, esa es la clave. ¿Y a quién no le gusta una buena historia de magia? El acierto fundamental del escritor pasa por entender que esta es una aventura, y para vivirla hay que saltarse algunas normas. Es lo suficientemente hábil como para enmarcar esas decisiones del protagonista en las normas de una familia, no vayamos a transmitir mensajes de rebeldía precoz, pero lo que prima es la imaginación. Hay mucho de eso en la forma en la que utiliza el color como un protagonista más de la historia, con un sentido narrativo claro y como un nexo de unión entre una realidad que no se puede dejar de lado si queremos que los jóvenes lectores empaticen con lo que están viendo y una fantasía amable y con unas normas bien claras. El resultado de este volumen de Casa nº8 es más que interesante y dinámico, con una extensión adecuada para cerrar la historia, pero a la vez quedarse muy lejos de dar por agotado el mundo de Tom, que así se llama el muchacho. Tanto es así, que hasta se permite el lujo de cerrar esta aventura con lo que sería un simpático equivalente a la escena postcréditos del cine.

Si el color es la clave de la historia, parece evidente que también lo es del dibujo de Wüstefeld. Si buscamos una historia con la que podamos comparar Una familia incolora, uno puede acordarse de Pleasentville, aquella película noventera en la que los protagonistas de nuestra actualidad acababan metidos en un viejo serial televisivo de los años 50. Aquí no hay nostalgia, sino fantasía, y la forma en la que vemos la fusión entre el color y la falta de él es muy divertida, como también lo es el diseño de los personajes, abiertamente caricaturizados con sus grandes narices y sus exagerados cuerpos para que desde el principio tengamos la sensación de estar dentro de un cómic infantil. Eso, no obstante, no puede ocultar el hecho de que está todo muy bien pensado, que hay un trabajo para construir una casa que sirva también como personaje, no en vano es lo que da título a la serie. Casa nº8 da juego, es divertida, y en el fondo nunca deja de parecer un primer episodio de una serie que, si mantiene el nivel de sorpresa de este libro, puede durar lo que quieran sus autores. Y bienvenida sea siempre una serie así, porque al final el cómic sigue siendo el mejor método para conseguir que los más pequeños se aficionen a la lectura y con aventuras como esta ese es un objetivo que parece mucho más sencillo de conseguir.

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