‘El duelo’, de Paula Cheshire

Editorial: Fandogamia.

Guion: Paula Cheshire.

Dibujo: Paula Cheshire.

Páginas: 136.

Precio: 12 euros.

Presentación: Rústica con solapas.

Publicación: Octubre 2022.

Hay en España una generación de autores, y quizá incluso habría que añadir que más específicamente se trata de autoras, que se están lanzando sin miedo alguno a abrir sus corazones y sus mentes para conocer situaciones íntimas de todo tipo. El duelo, de Paula Cheshire, encaja en esa línea con claridad, pues lo que trata la autora en estas páginas es la muerte de su madre y todo lo que provocó en ella misma. Es una muerte dura, con el cáncer como protagonista, pero El duelo no se queda ahí sino que avanza, literalmente, a lo que apunta el título. Es un trabajo sobre la muerte, desde luego, pero lo es más claramente de la necesaria reconstrucción que tenemos que hacer quienes nos quedamos en este mundo para afrontar una pérdida de calado en nuestras vidas. Hay mucho de catarsis personal en esta obra, no puede ser de otra manera tratándose de un tebeo que lidia con un dolor tan privado en sus detalles, pero es algo tan universal, que habla de algo por lo que todos vamos a pasar tarde o temprano, que es imposible no acoger el trabajo de Cheshire con un enorme cariño. Y no solo por lo emocional, que es la clave, sino también por la forma en la que estructura el libro, y de esa manera sus recuerdos, y por cómo plasma en cada página la viveza de unas sensaciones siempre muy intensas.

Es fácil comprender hasta dónde quiere llegar la autora. La idea es muy sencilla de explicar. La muerte llega, en este caso de manera dramática, y se trata de explicar lo sucedido y lo que viene tras perder a su madre. Por fases, de manera ordenada y clara, alejándose del libro de autoayuda pero a la vez entiendo el cometido de este tipo de publicaciones. Pero El duelo tiene algo de caos que no solo se agradece sino que da un realismo absoluto a lo que estamos leyendo. Podemos tratar de darle todo el sentido y el orden que queramos, pero una enfermedad como el cáncer primero y una muerte después lo trastoca todo. Y por eso todo llega atropellado, de la misma manera que los recuerdos se nos agolpan en la cabeza cuando menos lo podíamos esperar. La labor de Cheshire no es sencilla porque no es fácil descartar emociones, priorizar unos momentos sobre otros y decidir hasta qué punto se puede ser completamente sincero cuando se abordan temas como los que hay aquí. Por mucho que estemos preparados para leer un tebeo de una dureza real y palpable, la manera en la que la autora se acerca a sí misma es demoledora por momentos. No, no parece fácil tener que buscar soluciones narrativas originales y hasta divertidas para contar algo así, y sin embargo lo consigue en todos los estadios que describe.

En ese propósito cumple un cometido esencial el dibujo, porque es la herramienta visible con la que Cheshire trata de dar forma a su dolor. Porque se trata de eso, de dolor, y sin embargo nos llega por medio de unos personajes caricaturizados y abiertamente simpáticos, por el uso de la imaginación para que entendamos de manera directa situaciones que en condiciones normales serían presa de los pensamientos más íntimos. Y sí, Cheshire es capaz de hacernos reír hasta con su presentación inicial de la muerte, pero su seriedad, cuando nos dibuja el precipicio del duelo, cuando nos enseña la soledad del doliente, cuando las lágrimas abren paso al alcohol o los miedos, es lo que realmente marca una diferencia en El duelo. La mencionada universalidad de los temas que trata ayudan a que este cómic pueda llegar al corazón de cada lector, en función de lo que él mismo haya experimentado en casos similares o imagine lo que le puede pasar por la cabeza cuando le vaya a suceder. Esa conexión la logra Cheshire tanto con lo que cuenta como con la forma en la que lo hace, y por eso El duelo es un tebeo que se lee desde lo más hondo de las emociones pero convence desde todos los niveles de lectura que queramos hacerle. Desnudarse de esa manera a nivel emocional tiene recompensa, en la catarsis, sí, pero también en cómo lo percibimos los demás.

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