‘Diarios de guerra’, de Enrique V. Vegas

Editorial: Dolmen.

Guion: Enrique V. Vegas.

Dibujo: Enrique V. Vegas.

Páginas: 104.

Precio: 15 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Enero 2021.

La ingente producción de parodias ha hecho que relacionemos con ellas los cabezones de Enrique V. Vegas casi como si no hubiera más en su producción, pero el autor nos sorprende de vez en cuando con alguna obra que nos demuestra que su reconocible estilo sirve para adentrarse en terrenos bien distintos. Lo hizo con Leinad o Dulces sueños (aquí, su reseña), fantasías inspiradas por sus propios hijos, y lo hace ahora nuevamente en Diarios de guerra, una obra mucho más cruda y que nos lleva a Afganistán, a un país en continuo conflicto y en el que suceden los episodios más dramáticos casi como si fuera una costumbre imposible de perder. Vegas se centra en tres episodios, dos historias más cortas y una de mayor extensión, la última, relatos que nos muestran la cara más armaga de un conflicto que ya parece olvidado, que ya no se asoma a los informativos por su lejanía, como si la importancia de las vidas que se pierden se pudiera medir en kilómetros de distancia o en minutos televisivos. Con mucha sencillez, la que casa de una manera tan elegante con su estilo, Vegas nos pega un puñetazo en el estómago sin contemplaciones, especialmente con el relato final, el que mezcla los destinos de un soldado, teóricamente americano, y una niña afgana, pero sin perder de vista los aciertos que tienen sus miradas hacia el trabajo de un mercenario o el de un periodista.

Esos dos primeros relatos aplican la máxima del menos es más. A Vegas no le hace falta orquestar una gran pieza para comprendamos el papel que estos dos profesionales juegan en una guerra, por saber cómo es la relación con el pueblo local o con los soldados que vienen de más allá de sus fronteras. Ni un solo diálogo, solo unos cartuchos de texto que demuestra el valor que tienen las palabras del autor, mucho más palpable aquí que en sus caricaturas de personajes reconocibles de cine y cómic. Esa fórmula se mantiene también en el tercero de los episodios, el más ambicioso desde un punto de vista argumental no solo por su mayor extensión sino porque mezcla dos escenarios distintos que se van uniendo hasta la tragedia final. Emplea aquí un montaje en paralelo que, si bien puede resultar algo predecible en su conclusión, cumple sobradamente con su propósito. Vegas sabe dar un tono casi melancólico a sus relatos, algo que aumenta con lo bien que administra los silencios que acompañan a muchas de sus viñetas, un silencio que casi tiene una cualidad cinematográfica y que se expresa a través de una puesta en escena que alcanza picos de enorme categoría, como en el cierre del episodio centrado en el periodista. Al llegar al final del libro queda la sensación de que Diarios de guerra podría haber sido una obra incluso más larga, con más historias.

Para el lector habitual de Vegas, la temática de esta obra será toda una sorpresa, pero lo cierto es que el autor siempre ha demostrado que puede asumir historias que se alejen de la comedia con estos mismos cabezones. Diarios de guerra pasa a ser un ejemplo brillante en ese sentido. Visualmente deja un sabor a obra importante para Vegas, ofrece un acabado quizá más elegante que el de algunas de sus parodias recientes, una planificación de página más meditada y con efectos narrativos más contundentes. Vegas no se conforma con dibujar, algo que sí le permiten sus parodias en algunos momentos, sino que en este caso logra dar un paso más. Y no se trata de infravalorar sus caricaturas, ni mucho menos, porque en ese terreno lleva años demostrando que es un maestro que parodia lo que quiere con el mismo nivel de diversión, sino de poner en valor esta otra línea, una en la que Vegas se puede permitir el lujo de jugar con el drama, de ser reivindicativo, de mostrarnos otros mundos. Diarios de guerra es un tebeo muy a tener en cuenta, dentro de la trayectoria de un autor concreto, sí, pero también como lo que realmente es, un testimonio verosímil sobre un conflicto que, pese a su cercanía en el tiempo y su presencia en el debate en España, parece ya algo olvidado. Y no, nunca merece la pena olvidar.

El único contenido extra es un extenso portafolio de bocetos.

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