CÓMIC PARA TODOS

‘¡Viva la anarquía! El encuentro entre Majnó y Durruti’, de Bruno Loth

Editorial: Ponent Mon / Catarata.

Guión: Bruno Loth.

Dibujo: Bruno Loth.

Páginas: 88.

Precio: 23 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Octubre 2020.

En un mundo tan politizado como el que tenemos ahora mismo, siempre es bueno revisar la historia para saber cómo hemos llegado hasta aquí. El siglo XX fue uno apasionante desde ese punto de vista, en el que el desarrollo de las más diversas teorías políticas, económicas y sociales alcanzó un nivel de desarrollo gigantesco. Y hay figuras en las que resulta más o menos sencillo detenerse para entender dichos movimientos. Es lo que hace Bruno Loth en ¡Viva la anarquía!, donde por medio del ucraniano Néstor Majnó y el español Buenaventura Durruti nos introduce en las bases de la corriente que da título al cómic de la forma más amena, a través de la conversación que ambos mantuvieron el 15 de julio de 1927, una charla entre amigos que sirve para repasar cómo se desarrolló el anarquismo en esos años y en dos países tan distintos. En la obra se palpa la pasión con la que hablan y con la que vivieron. Como vivimos en ese mundo politizado, habrá quien se sienta atacado por estas ideas. Una pena. Al final, para entender a la gente hay que saber escuchar, y eso es lo que realmente pretende esta obra, lanzar un discurso para entender algo con lo que podemos estar de acuerdo o no pero que, al final, es parte de la historia europea de un siglo tan convulso y cargado de tendencias diferentes como lo fue el pasado.

En este primer libro, Loth nos ofrece dos elementos que hacen que su discurso nos llegue con suma facilidad. La primera, una introducción modesta, simpática, jovial, cuyo marco es sencillamente insuperable, el del 14 de julio en París, en plena fiesta nacional. Imposible mejor escenario para mostrar de una manera sencilla una base más o menos accesible del anarquismo. Y la segunda, el arranque, largo, de esa conversación entre Majnó y Durruti. Sus discursos son flashbacks que nos va desgranando el autor. Es una buena manera de contarnos el desarrollo personal de una manera amena, y que a la vez se puede contar dando relevancia a ese encuentro. No era tan fácil organizarlos allá por 1927, por lo que hay que saber entenderlos como algo extraordinario pero al mismo tiempo cercano. Porque esa es la clave, la cercanía, y es lo que parece que busca Loth en todo momento. Por eso decíamos que ¡Viva la anarquía! es una deliciosa contradicción en la que el anarquista, o al menos quien tenga ideas colindantes, no es necesariamente el primer lector de esta obra. Se trata deponer cara y sentimientos a una corriente, y ese objetivo lo cumple con creces el autor. ¿Cómo no entenderse alrededor de una mesa y entre amigos, por dispares que puedan ser los criterios de cada uno de los asistentes? Y eso se ajusta también a los lectores.

Esa sencilla introducción de la que hablábamos es la que sienta las bases de una simpatía buscada, la de personajes cálidos y que resulten agradables, que se pongan por encima de los posibles rechazos que puedan provocar unos ideales que se asoman al extremo. Y en ese trabajo también sale Loth muy bien librado, porque sus figuras son amables sin caer en la caricatura y sus escenarios se crean con meticulosidad, con un espléndido trabajo de documentación que nos sirve para retrotraernos con enorme fluidez a la época en la que acontece el relato. No le asusta el retrato, fácilmente evaluable con la fotografía de los dos principales protagonistas que preside la introducción del libro, ni tampoco las escenas en las que aparece un elevado número de personajes, y tampoco tiene miedo al efecto flashback que provoca el color de Corentin Loth, hijo del autor, y que enriquece la obra para darle un tono documental y, de alguna manera, veraz. Al final eso es lo que rezuma la obra, mucha sinceridad. Son dos personas de una ideología muy marcada, hombres que saben lo que quieren y no tienen miedo de emplear las más diversas armas para transmitir su mensaje, y son personas que conversan, que dialogan, que se explican. Y explicándose ellos, nos hacen entender muchas cosas. Ese es el logro de Loth, que pasa a ser un intermediario fantástico.

La boîte à bulles publicó originalmente el primer volumen de Viva l’anarchie!, La rencontre de Mahkno et Durruti, en diciembre de 2019. El único contenido extra es una introducción de Carlos Taibo.

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Esta entrada fue publicada en 1 diciembre, 2020 por en Bruno Loth, Catarata, La Boîte à bulles, Ponent Mon y etiquetada con , .

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