’30 millones’, Federico Reggiani y Ángel Mosquito

Editorial: La Cúpula.

Guión: Federico Reggiani.

Dibujo: Ángel Mosquito.

Páginas: 144.

Precio: 17,90 euros.

Presentación: Rústica con solapas.

Publicación: Octubre 2019.

Si hay algo que destaca en 30 millones es su capacidad de sorpresa. Bien es cierto que, con las primeras páginas, uno no sabe muy bien qué es lo que va a leer, con lo que hay un terreno abonado precisamente para que el lector no sepa lo que le espera, pero encontrarse con el paso de los capítulos con la historia de un tipo cualquiera, un electricista, que encuentra una serie de portales que le permiten trazar un ambicioso plan que ejecutará en los años 70 para beneficiarse de él en nuestro presente es algo que no se atisbaba por ningún lado. Y que, hay que reconocerlo, suma muchos puntos. Es, probablemente, la mayor gracia de esta historia de Federico Reggiani y Ángel Mosquito que en la solapa se define como de ciencia ficción peatonal, un término de complicada explicación. No, no es Regreso al futuro, por mucho que vayamos al pasado y que haya ramificaciones familiares y personales que tratar. 30 millones es algo bastante diferente, sobre todo en el tono, mucho más triste que aventurero, con más cara dura y mala leche que buenos sentimientos. Y el caso es que, una vez asimilada la perplejidad en la que nos sube con su manera de llevarnos al pasado, que casi parece un episodio alucinógeno, la cosa no para de mejorar hasta su melancólico final, uno que encaja muy bien con la propuesta de esta novela gráfica.

El primer capítulo de 30 millones, de hecho, despista bastante hasta en el protagonismo del relato, y eso es un punto a favor de Reggiani, que no tiene prisa por ir al meollo y que, después, fundamenta muy bien toda la historia en el presente y en el pasado, creando un juego de relaciones interesante entre Daniel, el actor principal, y una serie de personajes que se mueven entre su triste realidad cotidiana, triste al menos para él, que no es capaz de ver lo positivo aunque lo tenga delante de sus narices, y un pasado del que quiere sacar partido en pleno movimiento revolucionario. Reggiani utiliza muy bien unas reglas de los viajes en el tiempo que, sin necesidad de estar escritas, todos conocemos casi al dedillo, y la forma en la que construye la búsqueda de información, a la vieja usanza, entre libros y periódicos viejos, está entre lo mejor del cómic, porque además es lo que le permite a Reggiani mostrar lo obcecado que está Daniel con el pasado sin ver lo que podría hacerle feliz sin meterse en tantos líos. El lector sí lo ve, y la manera en la que poco a poco se va complicando todo es lo que hace que cada viaje a uno y otro lado de estos portales aumente el entretenimiento que deja la obra. Y es que al final la clave está ahí. No se trata tanto de destacar entre las obras que hablan de viajes en el tiempo, sino en el retrato de un perdedor venido a más por un golpe de suerte fantástico.

Puede que por esa misma razón sea tan adecuado el dibujo de Ángel Mosquito, que sabe dar a su caricatura el espíritu negativo que impera en toda la historia, en la difícil relación de Daniel con su madre o en sus intentos de colarse en los movimientos revolucionarios del pasado. Mosquito opta por lo más sencillo para diferenciar los dos momentos temporales del relato, un cambio de color, y con eso basta para que la claridad presida la lectura, además de esas transiciones de desnudos cargadas de comedia y cinismo que parecen situar el relato en el mundo de las drogas y que le sirven para dar ese contexto casi tragicómico a toda la historia. Da gusto ver como Mosquito es capaz de trazar conexiones entre el presente y el pasado con los personajes que Reggiani coloca en ambos escenarios, y también el grado de expresividad dramática que consigue en personajes diseñados con mucha sencillez y con la intención de que tengan una eficacia inmediata. No es que 30 millones sea algo tremendamente original, al menos en cuanto a su temática, pero cumple con creces sus propósitos. Y lo hace además sabiendo elevar el ritmo y la complejidad de la trama a medida que avanzan las páginas y sabiendo llegar a una conclusión satisfactoria para todos los peones que coloca en el tablero, lo que no siempre es fácil de conseguir.

No tiene contenido extra.

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