‘El Violeta, de Juan Sepúlveda Sanchís, Antonio Santos Mercero y Marina Cochet

Editorial: Drakul.

Guion: Juan Sepúlveda Sanchís, Antonio Santos Mercero.

Dibujo: Marina Cochet.

Páginas: 96.

Precio: 14,95 euros.

Presentación: Rústica con solapas.

Publicación: Septiembre 2018.

No suelen faltar voces que creen que ya no queda nada por reivindicar en el Día del Orgullo Gay. Sin meternos en camisas de once varas, sí que es bueno decir que historias como las de El Violeta nos recuerdan todo lo contrario, por mucho que esté ambientada en un tiempo pasado. Olvidar es lo peor que le puede pasar al ser humano, y la ficción narrativa tiene un papel fundamental a la hora de complementar a los libros de texto o la información de actualidad. Juan Sepulveda Sanchís y Antonio Santos Mercero han escrito una historia dura sobre la represión a la homosexualidad, el dolor por fingir lo que uno no es y las consecuencias que todo esto tenía, no solo sobre el protagonista sino también sobre todos los que le rodean. Con la mirada de la segunda mitad del siglo XX, lo que Sepulveda y Santos escriben puede parecer algo forzado en algunos instantes, por algunos de sus giros, pero si se lee con un poco de perspectiva histórica podremos ver que lo que tenemos ante nuestros ojos es una crónica creíble y triste sobre una época no tan lejana y que todavía nos deja algunos ecos en nuestro presente. Más allá de sus méritos narrativos, que los tiene, El Violeta es uno de esos tebeos que tendrían que hacernos pensar y, sobre todo, dejar en nuestra memoria luchas que no tendrían que olvidarse, independientemente de la orientación sexual de cada uno.

Ahuyentemos primero los fantasmas de los guetos que, con tanta frecuencia y de manera errónea, suelen atribuirse a historias como la de El Violeta. No es un tebeo para gays. No quiere serlo y no hay razón para catalogarlo así. Es, en cambio, una brillante crónica social e histórica. Habrá quien cometa el error de etiquetarlo y, de alguna manera, infravalorarlo. Pero la de Sepulveda y Santos es, simplemente y como si eso fuera poco, una historia que merece la pena ser contada. Y leída. La manera en la que la abordan es limpia y cuidada. Y no es una tarea fácil viendo el rumbo que escogen sus protagonistas. Se puede echar en falta una narración paralela de los dos protagonistas iniciales, uno siendo asimilado por la parte de la sociedad más cercana al ideario franquista, el otro siendo castigado en prisión por su condición sexual, pero quitando ese detalle, que sí tiene protagonismo en algunos momentos del relato, todo funciona bastante bien, incluso los giros que se pueden acercar algo más al tópico. De hecho, uno de los grandes aciertos de El Violeta está precisamente en lo bien que huye de la previsible y en sus decisiones a la hora de escoger dónde realizar las elipsis. Lo que cuenta es lo que de verdad sirve a la historia y a la crónica, lo que hace que los personajes funcionen y evolucionen.

La apuesta visual de El Violeta, con dibujo de Marina Cochet, es la de acercarse lo más posible a la realidad. De lo que se trata es de que funcione como crónica, que sirva como documento, pero que a la vez no olvidemos que a estos personajes, para lo bueno y para lo malo, hay que poder tocarlos para que el libro logre sus objetivos. Juega ligeramente en contra de Cochet el hecho de que tiene que multiplicar el número de viñetas por página para que la historia encaje del todo. Es un buen ejercicio narrativo imaginar cómo habría sido este tebeo de haber tenido más páginas y que eso hubiera dado a Cochet más margen para dibujar, pero lo que tenemos, en todo caso, funciona muy bien. La ilustradora se las arregla para ofrecernos una muy buena visión de conjunto, para que comprendamos los escenarios reales, como el Cine Ruzafa que nos recibe en la portada del libro de una manera que incluso resulta algo siniestra, y los realistas, como la crudeza con la que vemos un hogar destruido desde su propia concepción. El Violeta es un buen tebeo porque sabe conjugar la necesidad del contenido reivindicativo que tiene su trama con la habilidad de introducirlo en una buena historia. Es más que un simple cómic de colectivo, verlo así sería infravalorar sus virtudes y no darnos cuenta de que hay cosas que no deben ser silenciadas.

El único contenido extra es una galería de fotografías.

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