Título original: Spider-Man: The New Animated Series.
Director: Tim Eldred, Vincent Edwards, Audu Paden, Brandon Vietti, Alan Caldwell.
Reparto: Neil Patrick Harris, Lisa Loeb, Ian Ziering as Harry Osborn, Keith Carradine, Stan Lee, Rob Zombie, Kathy Griffin, Jeremy Piven, Michael Dorn, Michael Clarke Duncan, Keith David, Jeffrey Combs, Clancy Brown, Virginia Madsen, James Marsters, Harold Perrineau Jr., Ed Asner, Gina Gershon, John C. McGinley, Ethan Embry, Devon Sawa, Tara Strong.
Música: John Digweed, Nick Muir, William Kevin Anderson.
Episodios: 13.
Duración: 22 minutos cada episodio.
Estreno: 11 de julio de 2003 / 12 de septiembre de 2003 (Estados Unidos).
La serie de animación de Spider-Man que vio la luz en 2003 es una contradicción en sí misma. Se planeó como una suerte de continuación de la primera película de Sam Raimi (aquí, su crítica), pero a la vez entra en claro conflicto con algunos de sus planteamientos y, sobre todo, con lo que se ve en la inmediata Spider-Man 2 (aquí, su crítica), lo que de alguna manera puede invalidar su planteamiento. Quizá, y viendo la presencia en los créditos de Brian Michael Bendis, haya que interpretarla de una manera más certera como una muy libre adaptación de Ultimate Spider-Man. Y el problema es que la serie, apenas trece episodios, acaba con un gigantesco cliff-hanger del que nunca más se supo, y que tampoco coincide con los filmes de Raimi. Así que lo que realmente queda es la primera serie de animación por ordenador del personaje, una que tiene sus logros pero que también ha sido ampliamente superada por la técnica posterior, y que presenta algunos personajes nuevos, otros redefinidos desde el cómic y otros que aparecerían incluso en adaptaciones de imagen real posteriores en un marco de comedia romántica bastante evidente, un tono que casa con el hecho de que en Estados Unidos la emitiera la MTV, con una música electrónica muy marcada y distinta de lo que había marcado las adaptaciones del personaje en la pequeña y en la gran pantalla.
La serie, de hecho, tiene dos espíritus que no terminan de casar del todo con sus objetivos primordiales. Hay un evidente foco que es la relación entre Peter y Mary Jane. Pero no es la misma relación que hay en la película de Raimi ni por asomo, aunque en algún momento se intente apuntar, como en el doble capítulo final (que comete el error de desvelar sus cartas reales demasiado pronto). El juego entre los dos, que pronto entra en un triángulo con un nuevo personaje que no termina de definirse de una manera clara, es cuanto menos peculiar. Y Harry Osborn, más allá de proclamar continuamente su odio hacia Spider-Man por matar a su padre, apenas sirve como desahogo cómico. El foco se vuelve entonces hacia los villanos, que tienen el problema de parecer bastante intercambiables y carentes de personalidad, sobe todo en el caso de los clásicos, como si aparecieran con cierta desgana, como se ve con el Lagarto, con Silver Sable o con Kraven. ¿Funciona? Sí, son correctos, pero ninguno de ellos parece memorable o, siquiera, con opciones de entrar por esta vía en el universo cinematográfico de Raimi, cosa que ninguno llegó a hacer. Llama más la atención la artificiosa forma en la que Peter cambia a Spider-Man casi con un chasquido, rompiendo la credibilidad e la historia, lo que sorprende estando Bendis por ahí, que los propios personajes.
La animación de la serie es lo que, de todos modos, acaba marcando de una manera más clara su valoración. En su momento, desde luego, era innovadora, porque el ordenador era una herramienta para detalles, no para la ejecución completa de una serie. Y aquí todo tiene ese movimiento tan característico, casi líquido pero artificial porque el medio aún no llegaba para más, lo que da un aspecto que hoy parece más complicado de asimilar. Se busca fluidez en las escenas cotidianas y rotundidad cuando Spider-Man y sus enemigos saltan a escena, pero quizá hay un problema evidente al cuanto al diseño, que son todos clónicos en sus formas y en sus movimientos, sobre todo en los personajes femeninos, que perpetúan un estándar sexualizado bastante cercano al cómic de los años 90. Sin distintivos físicos evidentes, no hay actuación corporal, y todo queda supeditado a las voces, donde hay un buen trabajo liderado por Neil Patrick Harris como el héroe protagonista. A pesar de su tono adulto, el hecho de que Spider-Man haya tenido tantas versiones animadas, y algunas tan carismáticas, hace que esta serie quede como a medio camino. No es una apuesta definitiva, no es tampoco una continuación pura y hasta juega con algunos elementos que cuesta encajar en la personalidad de Peter Parker, pero entretiene en su ritmo de música electrónica.
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