Director: Nicole Kassell, Stephen Williams, Andrij Parekh, Steph Green, David Semel, Frederick E. O. Toye.
Reparto: Regina King, Don Johnson, Tim Blake Nelson, Yahya Abdul-Mateen, Andrew Howard, Jacob Ming-Trent , Tom Mison, Sara Vickers, Dylan Schombing, Louis Gossett Jr., Jeremy Irons, Jean Smart, Hong Chau, James Wolk, Frances Fisher, Adelynn Spoon, Lily Rose Smith, Steven Norfleet, Alexis Louder, Jolie Hoang-Rappaport.
Música: Trent Reznor, Atticus Ross.
Plataforma: HBO Max.
Episodios: 9.
Duración: 52-67 minutos cada episodio.
Estreno: 20 de octubre de 2019 / 15 de diciembre de 2019 (Estados Unidos / España).
A estas alturas no sorprenderá a nadie que digamos que Watchmen (aquí, su reseña) es una obra que intimida, pero el miedo reverencial que siempre se le ha tenido se ha ido perdiendo a medida que se ha seguido explotando su marca, con la película de Zack Snyder (aquí, su crítica) o con las precuelas y continuación que DC Comics ha hecho, ya sin el concurso de su escritor, Alan Moore. Y si lo pensamos, lo cierto es que el enfado del creador por el uso de su mundo nos está dejando momentos bastante interesantes, como sucede con la miniserie que Damon Lindeloff sacó adelante como una suerte de secuela pero, sobre todo, como un espectacular tributo a los temas y personajes de Watchmen. No es fácil dar continuidad a un mundo tan devastadoramente autoconclusivo como es el de Moore y Dave Gibbons, y el reto que se lanza en esto nueve episodios no es nada sencillo, porque es el futuro de Watchmen, pero no el de la película sino el de cómic. Sí, se tiene el atrevimiento de usar lo que Snyder no quiso, el calamar gigante, y se le da un valor apabullante dentro de una trama compleja, de una factura que no es necesariamente fácil de seguir en todo momento pero que acaba resultando muy redonda al final del viaje precisamente porque es Watchmen, aunque un Watchmen personal y distinto del de Moore. Algo que, ojo, es lícito.
Lo increíble que tiene este Watchmen es que resulta capaz de crear un mundo propio dentro de otro ya existente. No lo sentimos ajeno, ni siquiera cuando vemos tramas que son completamente nuevas, en episodios que apenas parecen tener una conexión real con lo que ya sabemos de esta franquicia. La historia es inteligente precisamente porque tiene muchas ramificaciones que, hábilmente, se van interconectando hasta llegar a su clímax, y es muy hábil mezclando personajes conocidos, con los que rápidamente somos nosotros los espectadores quienes trazamos los vínculos adecuados entre lo que ya tenemos en mente y lo que estamos viendo, y otros completamente nuevos pero que son parte integral de su tejido más propio. Impresiona ver a un Ozymandias como el que interpreta Jeremy Irons o a la antigua Espectro de Seda, ahora convertida en agente de la ley, a la que da vida Jean Smart, pero no asusta pensar que el protagonismo real y más intenso es el de Regina King, una agente de policía negra en un mundo n el que la ley está autorizada a llevar las máscaras que persigue. Y con una base real que parte de sucesos ocurridos en 1921 en Tulsa, una masacre racial que hace que Watchmen conecte de una forma brutal no solo con la historia sino con el presente de nuestro mundo.
Watchmen, la serie, brilla en lo emocional, en lo contemporáneo, en lo social, pero también en lo visual. Es una serie construida con mimo, en color y en blanco y negro, con artificios maravillosos. Debatible, desde luego, porque es tan complejo el relato del que parte que cualquier interpretación siempre va a ser objeto de controversia, y la propuesta de Lindoloff no va a ser una excepción. Al contrario, eso forma parte también de su ser porque no es una adaptación. Lo que busca la serie es expandir, y eso, por fuerza, implica un choque. Bo es una secuela, pero sí continúa los eventos del cómic. Y no es una reinvención, porque reverencia el material original. Eso que antes se llamaba creatividad ahora se considera atrevimiento, y bienvenido sea si nos deja historias tan potentes como esta. Watchmen es una serie imprescindible por su deseo de entrar con fuerza de un universo adorado y temido a partes iguales, por atreverse a entrar en un mundo pensado para ser el final de un género y por demostrar, aunque en parte eso también lo hizo la apreciable versión de Snyder, que el odio que Moore siente a quienes cogen sus ideas y las llevan a otros mercados tiene en realidad poca base, por mucho que aceptemos las extravagancias de un autor genial precisamente por todo lo que nos ha dejado. Pero que su genio no nuble lo que otros pueden hacer con sus juguetes.
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