Guion: John Wagner, Alan Grant.
Dibujo: José Ortiz.
Páginas: 160.
Precio: 24,90 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Julio 2022.
Con el primer volumen de La decimotercera planta (aquí, su reseña), quedó claro que John Wagner y Alan Grant tenían la imaginación suficiente como para extender una idea que pudiera parecer limitada, la de un superordenador que controla un edificio de viviendas desde un teóricamente inexistente piso, donde acaba con quienes alteran la vida de dicha comunidad. Claro, cuando uno afronta un segundo volumen, lo hace con el escepticismo redoblado. ¿Cómo seguir una idea que ya se asomado a los terrenos de lo imposible en un primer libro? Redoblando también las apuestas. Obviamente, Max, que así se llama este ordenador que responde tan bien a los terrores tecnológicos que durante muchos tuvieron un papel tan importante en la ciencia ficción popular, no podría ser de nuevo la inteligencia artificial de un bloque de viviendas, por lo que el escenario es distinto. Lo es en lo físico y también en el fondo, aunque eso no lo vamos a desvelar aquí para dejar que sean los lectores los que se asomen a las páginas del libro y se dejen sorprender por las ocurrencias de Wanger y Grant, dibujadas como en el primer volumen con la maestría de José Ortiz, que saca todo el partido al espectáculo que proponen los escritores, sin miedo alguno a que se pueda superar lo asumible a este lado de la página.
Podríamos incluso atrevernos a decir que este segundo libro puede llegar a superar al primero, sobre todo porque el escenario inaugural llegaba un momento en el que podía resultar inverosímil e incluso algo reiterativo, porque las limitaciones eran evidentes. Pero Wagner y Grant, que siempre han sido astutos y más que competentes escritores, y lanzan muchas sorpresas para la reactivación de Max. Es de lo que se trata, de que haya cambios, de que el lector se enfrente a nuevos retos, de que, aún manteniendo algunos patrones, La decimotercera planta mantenga la capacidad de impactar. Y lo hace precisamente porque los cambios no solo son útiles para ello sino que además abren muchas puerta para que la fantasía sea diferente, arriesgad y versátil. ¿Tenemos una inteligencia artificial amenazando a los humanos que no siguen sus preceptos? Sí, como en el primer libro, pero aquí todo se desarrolla de una manera distinta porque Max ha evolucionado y sus propósitos no son exactamente los mismos. Ahí está la clave de este segundo libro y, por tanto, la clave de que la serie perdurara en el tiempo una vez que su idea original parecía ya lo suficientemente agotada como para que tuviera un final. No se trata solo de una huida hacia adelante para seguir publicando, sino una buena idea.
Y, claro, con la de opciones que ofrece la continuación de La decimotercera planta es un auténtico lujo seguir disfrutando del dibujo de Ortiz. Lo era en su momento, y lo es igualmente hoy en día, porque los clásicos, aunque tengan otras maneras de narrar distintas a las que hoy se puedan considerar como dominantes, se llaman clásicos por algo. Ortiz, sin duda, lo es. Lo es por el nivel de detalle que imprime a cada una de sus páginas, por la espléndida narrativa que tiene para que podamos seguir la historia sin problema, y por la descomunal capacidad que mantiene para que nos creamos absolutamente todo lo que lanza a sus viñetas. Ni hablamos ya de lo delicioso que es ver en los cuatro rayos en una pantalla que forman la cara de Max un compendio de expresiones tan fascinante, porque eso es la guinda de un tebeo muy bien dibujado. La nostalgia, desde luego, también puntúa, no olvidemos que La decimotercera planta nos lleva de lleno a una era en la que las revistas eran un formato importante para la distribución de cómics, pero no nos engañemos, Ortiz nos maravilla en cualquier formato. Seguir disfrutando por ello de esta serie es un lujo espléndido que no vamos a dejar de gozar, porque hablamos de dos escritores y un ilustrador que saben lo que hacen y que además se notan que disfrutan contando esta historia.
El volumen incluye material publicado originalmente en Eagle & Scream!, Scream! Holiday Special 1982 y Eagle Holiday Special 1986 entre abril de 1985 y mayo de 1986. El contenido extra lo forman una introducción de David Hunt, director de Eagle, una galería de cubiertas originales y un texto de Diógenes Pantarújez.
En nuestra galería de Facebook podéis acceder a todas las páginas que mostramos de todos los títulos que comentamos.