Guion: Grant Morrison.
Dibujo: Steve Yeowell.
Páginas: 88.
Precio: 15,50 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Septiembre 2022.
Con Grant Morrison no es fácil tener ideas claras aún después de leer sus obras varias veces, o de analizar las unas en relación a las otras. Tan fácil es pensar que es un genio como lo es calificarle de provocador, y seguramente podremos variar de un lado a otro incluso en el transcurso de un mismo tebeo. Con Sebastian O, desde luego, puede pasar con mucha facilidad, y tanto seguidores como detractores, o incluso quienes se muevan en espectros intermedios, tendrán sus razones para explicar sus pareceres. El mismo Morrison habla de una mezcla entre las novelas de Oscar Wilde con las películas de Jungla de cristal. Metamos además en el cóctel un tanto de sexualidad ambigua y un toque de violencia no siempre con demasiado sentido y nos acercaremos a lo que nos ofrece Morrison aquí con dibujos de Steve Yeowell. Con esto que hemos dicho, ¿podemos dar un veredicto claro y rotundo sobre Sebastian O? Probablemente no, porque Morrison es de los que despierta pasiones en ambos sentidos. Lo que sí podemos decir es que estamos ante un Morrison un tanto más primerizo, aunque gusta más el escenario que plantea que lo que realmente nos cuenta después en la propia historia, y que seguramente se beneficia mucho de un acabado un tanto noventero y muy eficaz por parte de Yeowell.
Sí queda claramente establecido que este es uno de esos trabajos en los que Morrison quiere pasárselo bien por encima de cualquier otra consideración adicional que podamos hacer. No nos atreveríamos a calificarlo de ligero, porque con semejante premisa, la indicada anteriormente, es obvio que el autor se guarda cosas para capas más profundas que siempre se pueden intentar desentrañar en una primera lectura o en una posterior, pero lo que prima es la corteza, lo que vemos, esa primera capa en la que se suceden los acontecimientos. Y quizá, puestos a encontrar algo que sí podamos definir de manera más o menos universal, se podría decir que importa más el escenario que el mismo protagonista. ¿Sería descabellado decir que tiene mucho de mcguffin y que los objetivos de Morrison son otros? Quién sabe, porque lo que sucede con el escocés es que nos invita a pensar cosas que a veces están y a veces no. En Sebastian O parece que lo que vemos es lo que hay, es dinámico, entretenido y, puestos a seguir la definición del propio Morrison, más Oscar Wilde que Jungla de Cristal aunque tenga sus momentos de acción. Si esa es la premisa, y por muy primerizo que sea este Morrison, podemos salir satisfechos de una aventura que siempre anima a pensar en una posible continuación que a día de hoy todavía no existe.
Yeowell está además a la altura del reto. Lo victoriano que nos dibuja, notable. Lo libertino, todavía mejor, porque acentúa la atención sensorial que requiere la historia. Y la adrenalina, más que suficiente. Decíamos que el dibujo tiene algo de esos años 90 de los que nace sin complejos. El ilustrador sabe jugar muy bien con la rareza, y sirve en bandeja a la colorista Tatiana Wood unas ilustraciones que se prestan a una cierta exageración, pero sin traspasar demasiados límites, solo los que podemos achacar a la inspiración principal de la obra, la de Wilde. Es curioso cómo amolda los personajes a los diálogos, cuando casi siempre los nuestra con la boca cerrada, casi como si quisiera añadir una de esas capas que tanto le gustan a Morrison para entender lo que estamos leyendo. Así, Sebastian O es una evidente rareza. Vaya novedad, dirán algunos, acostumbrados a que sus autores se muevan en escenarios propios de Vertigo, pero es que parece evidente que hay que decirlo. Su extensión, breve y moderada, hace que la lectura tengo incluso algo más de ritmo. Y sí, también invita a pensar que Sebastian O no se agota en este relato. Quién sabe si algún día Morrison nos querrá sorprender con el regreso a un mundo que se nota que le gusta y que tiene un palpable punto de escapismo.
El volumen incluye los tres números de Sebastian O, publicados originalmente por Vertigo entre mayo y julio de 1993. El único contenido extra son las cubiertas originales de Steve Yeowell.
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