Guión: Doug Bayne.
Dibujo: Trudy Cooper.
Páginas: 132.
Precio: 14 euros.
Presentación: Rústica.
Publicación: Septiembre 2022.
Si uno tiene en las manos el segundo volumen de Oglaf puede ser seguramente por dos razones muy sencillas. La primera, que ya leyera el primer libro (aquí, su reseña) y le gustara su combinación de porno, comedia y fantasía medieval. La segunda, que no conozca lo que nos proponen Doug Bayne y Trudy Cooper, que no tenga ni idea de lo que le espera en las páginas interiores y que simplemente le haya llamado la atención la juguetona portada con sus tres personajes femeninos, llamativos todos ellos, y su potente color morado. Al primero poco le podemos decir, porque ya conoce todas las reglas del mundo de Oglaf y lo que va a recibir es exactamente lo que busca: porno, comedia y fantasía. Así de simple. Evidente, ¿verdad? Pero lo divertido es que a segundo le podemos decir exactamente lo mismo, que está a punto de entrar en un bizarro universo de porno, comedia y fantasía, y que aunque conviene ir en orden y pasar por el primer libro antes tampoco pasaría nada por empezar leyendo este segundo volumen gracias a su estructura de episodios cortitos, en su mayoría de una sola página, porque al fin y al cabo el espíritu de Oglaf es siempre el mismo, con un gamberrismo sincero y simpático, obviamente pensado para públicos adultos y sin demasiados frenos autoimpuestos, por no decir ninguno.
Más curioso todavía, Bayne hace que sabiendo lo que vamos a ver nos parezca igualmente fresco y divertido. Cuando uno piensa que ya lo ha visto todo y que lo que queda es seguir dando vueltas sobre lo mismo, van sus personajes y rizar el rizo una vez más. Lo hacen, insistimos, en un universo muy concreto, con unas reglas muy claras. Sabemos de qué va la cosa, aunque la cosa siga cogiéndonos por sorpresa. Eso es por el descaro que tiene el escritor, infinito e inagotable, que le lleva a mostrarnos todo aquello que se nos podría pasar por la (sucia) mente al ver una fantasía cualquiera y que pocos, por no decir nadie más, se atreve a plasmar de esta manera. Y su combinación de humor bruto y juguetón se las arregla para que pasemos página tras página sintiendo que todavía quedan muchas cosas por descubrir. El ritmo cambiante, la mezcla de historia de una y varias páginas, nunca demasiadas, hace que esa sensación de sorpresa se prolongue, y el hecho de que no sigamos a un único personaje aporta la variedad necesaria para que no corramos nunca el riesgo de caer en la monotonía. Y si sucediera, seguro que volvemos a ver a ese personajillo que surge cuando alguien eyacula y que da una idea muy exacta de la clase de hilarante barbaridad que estamos en disposición de disfrutar.
El dibujo de Cooper es el camino perfecto para que Oglaf tenga la personalidad que tiene. No quiere tomarse demasiado en serio, pero tampoco que nadie pueda cometer el error de pensar que esto es un tebeo que puedan leer los niños. Es explícito y evidente, pero a la vez en sencillo y divertido. Y como buen cómic porno que se precie, es excitante a su extraña manera, desde los mecanismos que hicieron que la serie funcionara desde el principio, en especial esa fantasía desbocada que roza el anacronismo continuo para que sus personajes, atrezzo y vestuario encajen en una fantasía medieval pero también en una fantasía fetichista. Cooper se divierte, no puede haber mejor camino para que esa sensación se traslade a este otro lado de la viñeta, y se nota que le tiene cariño a los personajes por la forma en la que los dibuja y lo bien que sentencia cada uno de los gags que le sirve Bayne. Ambos autores van sumando esfuerzos para que pasar páginas sea algo cómodo y para que lleguemos al final del libro casi sin darnos cuenta, riéndonos de las desgracias sexuales y violentas ajenas y asimilando que este mundo podría tener infinitas continuaciones. El único requisito parece que los propios autores sigan disfrutando como se ve claro que lo hacen. Y mientras el público se ría de sus chistes, claro está.
Iron Circus publicó originalmente Oglaf Book One en enero de 2014.
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