Director: Jaume Collet-Serra.
Reparto: Dwayne Johnson, Aldis Hodge, Noah Centineo, Sarah Shahi, Marwan Kenzari, Quintessa Swindell, Bodhi Sabongui, Pierce Brosnan.
Guion: Adam Sztykiel, Rory Haines, Sohrab Noshirvani.
Música: Lorne Balfe.
Duración: 125 minutos.
Distribuidora: Warner.
Estreno: 21 de octubre de 2022 (Estados Unidos y España).
Warner y DC llevan años tratando de encontrar un sentido a su universo cinematográfico, y no terminan de encontrarlo. Que en Black Adam el mayor elemento constructivo quede para la escena postcréditos no habla demasiado bien de una película que, con un cierto nivel de entretenimiento, es un caótico batiburrillo que está bastante lastrado por un guion que no cuenta prácticamente nada y que adolece de toda brillantez en unos diálogos que rozan lo inverosímil. Jaume Collet-Serra, un director de acción hábil, hace lo que puede para ofrecer algo distinto en el género, algo que conjugue distintos ritmos visuales para lograr una sensación de montaña rusa continua. Pero eso de mezclar una ingente cantidad de planos a cámara lenta con otros a una velocidad inusitada que cuesta seguir, por personal y fresca que pueda ser, es un triunfo del caos en su lucha contra la lógica. Black Adam se convierte en una de esas películas de superhéroes que sufren después de haber conseguido lo más difícil, que nos creamos a unos personajes que visualmente son bastante complejos de plasmar en la pantalla. El propio protagonista, el Doctor Destino de Pierce Brosnan o el Hawkman de Aldis Hodge lucen de maravilla en el filme, muy por encima de lo que les permite la historia.
El caso es que hacer una película sobre un villano que tiene que parecer un héroe es algo que, en realidad, ya no parece propio de nuestros tiempos. El filme, en todo caso, no sabe entrar en ese debate más allá de ir soltando algunas frases pretenciosas que nos recuerdan de manera continua lo flojo que es el guion, y la misma presencia de Dwayne Johnson abre ese mismo debate. Físicamente es perfecto, y se entiende el empeño que ha puesto durante años para hacerse con este papel. Pero la Roca es tan querido, casi hasta adorable en su presencia, que es casi imposible verle del todo como un personaje sin escrúpulos que en el cómic está continuamente malencarado y que aquí parece una versión edulcorada de aquel. En realidad, cada uno de los actores, y Brosnan es el que más y mejor lo consigue, quiere llevar el filme a un terreno concreto y en sus choques es donde todo se diluye porque no hay química, solo ruido. Es muy complicado decir de qué va realmente la película, más allá de acumular escenas de acción con peleas que no van a ninguna parte, o cuál es el plan de un villano random que se sustenta únicamente en su aspecto final. Y lo dicho, no forma tampoco parte de ningún plan global, que solo se atisba cuando pasa lo que pasa en los créditos y con alguna escena que se nota una barbaridad que se ha rodado más adelante.
La pena es que no hay nada en la película que luzca de una manera especial o que nos haga verla una segunda vez de manera apasionada. Podemos hablar del carisma de Johnson, de la clase de Brosnan o del ritmo que tiene la película, pero más allá de las ajustadas dos horas que dura la cinta no parece haber nada especialmente destacado, y lo visual acaba incluso minimizado por la abrumadora y no demasiado explicable presencia de una machacona banda sonora que abusa de una presunta epicidad continua que no tiene demasiado sentido. Por desgracia, cuando Black Adam acaba solo se puede destacar la enorme pericia de Collet-Serra para sostener un galimatías de este nivel, sorprendente cuando lo que necesita este universo es precisamente algo que lo haga reflotar. La historia caerá en el olvido con enorme facilidad y, a tener de los planes que parece tener Warner, y eso siempre hay que cogerlo con alfileres hablando de un estudio que ya ha archivado sin estrenar una película DC, su protagonista tendrá momentos de mayor esplendor, el villano dista una barbaridad de ser memorable y el mismo homenaje a personajes clásicos en la cinta se queda en su simple presencia. Cada película se afronta como la oportunidad de reflotar un universo cinematográfico como este, pero ese momento no llega. En Black Adam, desde luego, no.
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