Guion: Lee Lai.
Dibujo: Lee Lai.
Páginas: 232.
Precio: 21 euros.
Presentación: Rústica con solapas.
Publicación: Septiembre 2021.
Interesante carta de presentación la de Lee Lai con Stone Fruit, una obra que, por encima de todo, habla de la familia. Y sobre todo de las nuevas formas de familias, las monoparentales y las homosexuales, habla de las mochilas, de los remordimientos y de lo difícil que nosotros mismos hacemos la reconciliación cuando surgen los problemas en ese marco cerrado en el que a cada uno de nosotros nos ha tocado vivir. Seguimos los pasos de una pareja de lesbianas, de la hermana de una de esas mujeres y de su hijo, y de la familia de la otra. Y lo importante en Stone Fruit no es cómo acaban todas esas tramas, porque como en la misma realidad no hay un final definitivo, lo que marca en la lectura es el viaje, las emociones y los sentimientos de cada una de sus protagonistas. Todo ello hace de esta una obra compleja desde un punto de vista muy personal, una en la que el estado de ánimo y la propia experiencia personal seguramente determina el impacto que lo que leemos tendrá en cada uno de nosotros. Y eso habla bien de un cómic que quiere conectar precisamente con nuestro lado más emocional. Puede faltar un mensaje más profundo que sirva de hilo conductor, una intención más certera quizá, pero la forma en la que captura un pedazo de vida es sobresaliente.
Partamos de un detalle que pone en alerta al lector. Cuando la niña está con sus tías, porque así considera también a la pareja de la hermana de su madre, algo cambia en el aspecto de todas las protagonistas. Se trata en Stone Fruit de ver la vida desde diferentes prismas, y aunque eso no acabe teniendo el recorrido que seguramente cabía esperar por su protagonismo inicial, al menos sí nos avisa sobre lo importante que son las sensaciones como motor de la obra. Se trata de que entendamos a todos los personajes, y eso es algo muy complicado cuando la historia nos pone en una clara disposición de escoger un bando. La niña es la única que no vive así, y de ahí que Lai le dé una mirada mágica a su mundo, la de la infancia, la de la diversión. No es en realidad lo que marca el desarrollo de Stone Fruit, y quizá por eso esas secuencias dejen al final una ligera sensación de perplejidad, pero funcionan mientras se leen y dan un contrapunto agradable al continuo y un tanto deprimente baño de realidad que recibimos en el conjunto de la obra. Lai muestra personajes en crisis personal, y se nota. Hay mucha melancolía, muchas heridas que no se han cerrado, mucho pasado que no se cuenta pero que se nota en el presente. Eso está muy bien llevado, es desde luego lo más intenso y lo que mantiene fuertemente preso el interés del lector.
Eso y su absorbente dibujo. Lo decíamos, hay secuencias que parecen introducirnos en una fantasía que luego resulta no ser tal, aunque nos dejan una espléndida versatilidad en el aspecto visual de la obra. Y hay un muy buen retrato de los personajes, porque Lai consigue que entendamos el calor emocional de cada conversación y las emociones que sienten todos los actores. Es una obra muy femenina, y a la vez, muy realista, incluso aunque su trazo nos quiera llevar a otros terrenos tan distintos a lo que vemos fuera de las viñetas por la manera en la que se han diseñado los personajes. La puesta en escena es así el gran valor de la narración gráfica de Lai, y su blanco y negro hace que, probablemente, esa intensidad sea todavía más potente que si nos hubiera servido esta historia en color. Puede no ser una obra de trascendencia en lo general, puede no ser la historia definitiva de ninguno de los temas por los que apuesta, pero sí sabe sacar todo el partido posible al marco personal que explora de sus tres personajes esenciales, tres mujeres adultas que en el fondo no parecen tener tan clara la fórmula de la felicidad cuando, por su edad, sienten que son decisiones que ya tendrían que haber tomado tiempo atrás. Sí da la sensación de que futuras lecturas podrían arrojar nueva luz sobre lo que cuenta, y eso también suma.
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