Director: Dominic Sena.
Reparto: Kate Beckinsale, Tom Skerritt, Columbus Short, Gabriel Macht, Alex O’Loughlin, Shawn Doyle, Jesse Todd, Joel Keller, Arthur Holden, Erin Hicock, Bashar Rahal, Julian Cain, Steve Lucescu, .
Guion: Jon Hoeber, Erich Hoeber, Chad Hayes, Carey Hayes.
Música: John Frizzell.
Duración: 101 minutos.
Distribuidora: Warner.
Estreno: 11 de septiembre de 2009 (Estados Unidos).
Hay pocos autores de cómic que tengan un sabor más cinematográfico que Greg Rucka, y sin embargo la adaptación de Whiteout, el cómic que hizo con Steve Lieber, es un fracaso bastante notable que se comió todas las posibilidades que tenía la historia original. El filme de Dominic Sena, que Stuard Baird intentó arreglar con nuevas tomas no acreditadas, es un compendio de tópicos, de giros previsibles, de trampas falsas que se ven a la legua. No aprovecha ni el gancho que pueda tener una idea que se diluye en el filme con el paso de los minutos, hasta el punto de que se olvida su razón de ser por completo, y que tampoco saca partido de un escenario helado fascinante. Rucka y Lieber casi pueden agradecer que para su estreno en España se optara por un título que redunda en lo rutinario del filme, Terror en la Antártida, casi más propio de un telefilme que de una película de grandes aspiraciones. Y no es que la película no se deje ver, algo que se puede agradecer en buena medida a su corta duración y, sobre todo, al siempre notable esfuerzo que pone Kate Beckinsale, una actriz a la que muchos lamentarán siempre no haber visto en un gran papel de heroína de cómic, pero sus defectos son también bastante evidentes, demasiado como para que no sea esto lo que determine el juicio a una película que no logra sus objetivos.
Solo se puede salvar, decíamos, por el carisma de su protagonista. Tanto da que la película nos ofrezca un desnudo parcial justo al comienzo de la película, lo que en realidad daña la credibilidad del personaje por lo gratuito que resulta, Beckinsale pone todo su empeño en que nos creamos lo que hace y se convierte en el salvavidas de la película. Su personaje es una agente de la ley, pero no una superheroína, su forma de actuar y de moverse resulta de lo más verosímil, y es quien mejor entiende el contexto en el que tiene lugar la historia, quizá la única que lo hace, porque ni la heladora nieve que rodea la base ni las tormentas en las que tienen lugar algunas de las secuencias acaban teniendo el impacto que necesita el filme. Ni se aprovecha el terreno helado ni el escenario resulta tan claustrofóbico como lo podía hacer, por ejemplo, La cosa, la cinta de John Carpenter, por citar un ejemplo magistral. Hay que aclarar, quizá porque el cartel original del filme pueda también sugerir otra cosa, que no hay ningún elemento fantástico en Terror en la Antártida, estamos ante un thriller de investigación, género que Rucka domina pero que tras pasar por las manos de nada menos que cuatro escritores se queda en algo bastante inofensivo en la pantalla, sin demasiada garra aunque esté solventado con cierta eficacia.
Ese es quizá el gran problema que tiene Terror en la Antártida, más allá de las expectativas que pueda levantar el hecho de que se trata de la adaptación de un cómic de Greg Rucka, y es que la historia apunta alto con un prólogo misterioso, la escena del avión que resulta ser lo más atrevido y de mayor escala que tiene todo el filme, pero se va difuminando de una manera palpable. No importa demasiado quién se esconde detrás de la capucha y las gafas que se convierte en una figura físicamente amenazadora, ni tampoco el gran giro final, que tiene de todo menos grandeza. Las escenas en la nieve son, sencillamente, correctas. No hay fallos palpables en ellas, pero tampoco tienen tanto carisma como para quedarse grabadas en la retina, y es una pena porque la nieve juega a favor de cualquier historia por el reto que supone para el ser humano. Pero aquí no es más que un elemento circunstancial, que tan solo cobra valor narrativo en una secuencia, y que por desgracia no suma demasiado cuando tiene que hacerlo, en el clímax de la película. Terror en la Antártida tiene en realidad poco de terror, no demasiado misterio y apenas una protagonista que sobresale mínimamente entre todo lo que ofrece el filme para sostener el castillo de naipes que supone. Poca cosa como para ser recordada. Una pena.
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