Guion: Ken Niimura.
Dibujo: Ken Niimura.
Páginas: 408.
Precio: 20 euros.
Presentación: Rústica con solapas.
Publicación: Enero 2021.
Después de leer No lo abras jamás, título de una antología de tres relatos que forman el que da título al volumen, Nada y La promesa, lo complicado es digerir el caudal de genialidad que tiene para encauzarlo hacia las palabras que definan un trabajo tan bonito. Ken Niimura tiene un trazo y una forma de contar historias tan elegantes que se antoja difícil imaginar una mejor manera de dar forma personal a tres relatos de la mitología japonesa, tres leyendas que pareciendo intransferibles acaban convirtiéndose en universales. Niimura utiliza estas historias tradicionales, cambia elementos, les da finales diferentes, y todo para que acaben siendo una deliciosa muestra de su talento pero sin dejar de ser lo que eran en origen. Qué difícil es tratar un mito ajeno de una forma tan propia y qué bien lo hacen en las tres historias de este libro, sobre todo en la primera y en la última, que son dos auténticas joyas. No lo intenten en casa, para esto hay que ser muy, muy bueno. Su estilo, aparentemente sencillo, de pocas líneas y ambientación casi minimalista, es la trampa. Seguro que muchos piensan que con esta suerte de dibujo es más o menos accesible lograr la enorme belleza que esconden las páginas de este autor. Pues no, ni por asomo. Y no solo por el ejercicio de estilo que suponen, sino también por su temática, siempre enraizada en la naturaleza humana y sus flaquezas.
Es indudable que la magia y la fantasía son dos elementos que se adaptan a la narrativa de Niimura de una manera espléndida. La forma en la que utiliza esos elementos en No lo abras jamás y La promesa es soberbia. En ningún momento se pierde la perspectiva de estar dentro de una fábula, pero tampoco la de tener delante de nosotros a personajes de carne y hueso, personajes que buscan el amor y la felicidad, que entienden lo que representa la familia, la juventud o la pasión. Estos dos relatos, y también Nada, aunque sea mucho más breve y de alguna manera menos ambicioso dentro de estos terrenos de los que hablamos, hablan de ambiciones y anhelos. Taro, el pequeño protagonista de No lo abras jamás quiere ser libre, quiere divertirse. Ikkyu y Jiro, los dos muchachos de Nada son curiosos e irresponsables, son dos chicos que aún no entienden que los actos tienen consecuencias. Y Yohio anhela un golpe de suerte que le permita ser feliz y encontrar al amor de su vida, y cuando le sucede descubre la infelicidad de quien ha permitido lo que más quería. El traje de folclore japonés no es más que una excusa, una que Niimura domina a la perfección, pero lo que importa es la conexión humana y emocional que logra con sus personajes para deleite del lector. Son tres relatos maravillosos, emocionantes y sensibles que tocan la fibra precisa para conmover.
Podríamos decir que la clave de las historias de Niimura está solo ahí, pero sería infravalorar sus dotes como narrador gráfico. La sencillez es el arma que esgrime con mayor precisión, pero no es obstáculo para sentir una avalancha de realidad cuando leemos su trabajo. El dibujo es el complemento perfecto de los precisos diálogos que emplea, que esquivan con facilidad todo riesgo de pretenciosidad a pesar de que las historias frecen lecciones morales de enorme trascendencia, y es a la vez el vehículo imprescindible para que sintamos la magia que hay en estas páginas. Lo fácil sería pensar que el uso del color rojo es el motor de estos elementos mitológicos, y lo es en cierta manera, pero todo lo vaporoso, casi etéreo, que tienen sus personajes mueve las emociones en la misma dirección. A Niimura casi no le hace falta mostrar da manera explícita esa magia, porque se siente, se palpa, casi se toca cuando Taro descubre las bondades de un mundo de fantasía en el fondo del mar o cuando se revela la auténtica naturaleza de Tsuu en La promesa. No lo abras jamás no es un volumen reducido en cuanto a su número de páginas, y aún así deja ganas de más. Ojalá hubieran sido seis o siete las historias, ojalá haya una nueva antología de estas características en el futuro del autor, ojalá fuera así de fácil crear cómics. Aunque si lo fuera no valoraríamos igual maravillas como esta.
No tiene contenido extra.
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