CÓMIC PARA TODOS

‘La llamada del bosque de los suicidas’, de Desiree Bressend y Rubén Gil

Editorial: Karras.

Guion: Desiree Bressend.

Dibujo: Rubén Gil.

Páginas: 116.

Precio: 18 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Diciembre 2020.

Hay una presión bastante real sobre las secuelas, segundas partes o continuaciones a las que pedimos siempre algo más por su vincula con una obra que nos ha gustado, y puede que esa presión sea incluso más intensa con historias que no se prestan tan fácilmente a un nuevo relato que conecte con el anterior. El bosque de los suicidas (aquí, su reseña) era una historia muy bien cerrada, un trabajo espléndido de El Torres y Gabriel Hernández Walta. Cuentos del bosque de los suicidas (aquí, su reseña) demuestra que, más que continuaciones, lo que funciona es explorar su universo, y esa puerta la abrió La llamada del bosque de los suicidas. La particularidad es que no estamos ante una obra firmada por El Torres, sino que su autora es Desiree Bressend, con dibujo de Rubén Gil. Normalmente se acepta que el hecho de que un creador regrese a una obra que ha hecho garantiza una mayor fidelidad al espíritu original, pero en este caso, pese al cambio de autoría, esa sensación no se pierde. La llamada es un tebeo diferente al primero, eso está claro. No tiene los mismos protagonistas, tampoco el mismo tono o ritmo. Hay una identidad clara en esta secuela, digamos más bien falsa secuela. Eso es lo que realmente merece la pena aquí, que se pone sobre la mesa un muy buen tebeo inspirado por otro gran tebeo y que se fusiona el trabajo de buenos profesionales para seguir dando forma a un mundo aterrador y sugerente.

Bressend convierte el tebeo en un homenaje a la cultura japonesa en toda su extensión de una manera bastante natural, y no solo por esas páginas manga que se cuelan en el relato y que son aportaciones bastante inteligentes a esa sensación. Haciendo que una gaijin comparta protagonismo con una japonesa, introduce un sutil y nada forzado choque de culturas, que va desgranando en constantes cartuchos de textos que, a pesar de su continua presencia, no suponen ninguna merma del terror de la obra. Este, de hecho, surge de una confrontación bastante interesante entre la forma en la que las dos protagonistas los ven. Para Portia son monstruos, para Ryoko simples fantasmas. Esto lleva directamente el relato al terreno de lo psicológico. Hay escenas muy impactantes, desde luego, pero el terror surge de la presencia de lo sobrenatural en lo cotidiano. El bosque de Aokigahara es el epicentro de todo, pero no es el único escenario de una historia que tiene un ritmo algo inusual que encuentra su punto álgido al final del cuarto de los cinco números de que consta el relato. No es La llamada del bosque de los suicidas un relato que dependa en exceso de la capacidad de sorprender, y así lo demuestra su largo y sosegado epílogo, pero cuando la utiliza lo hace con mucha habilidad, en el momento preciso en que se necesita.

El dibujo de Rubén Gil, aunque sea algo que quizá no se valore, tiene el mérito esencial de ser distinto al de Hernández Walta. Lo fácil habría sido apostar por la continuidad, por el mismo estilo, por las mismas sensaciones. Y no, La llamada no quiere ser El bosque de los suicidas 2 en el apartado gráfico. Quiere una conexión, pero no un mimetismo. Eso, dirán algunos, no es un acierto que podamos vincular al trabajo de Gil, sino al de su editor, y probablemente sea cierto, pero Gil sí es quien se entrega al cien por cien para ofrecer una obra propia y personal. La suciedad de los fondos provoca una atmósfera ideal para el relato y la forma en la que juega con el color es deliciosa. Las escenas manga corren a cargo de Irene Roga y Eve Mae, y son un soplo de aire fresco en este escenario de terror que tan bien construye Gil y que con tanta facilidad asalta en Aokigahara pero también en escenarios mucho más accesibles y con los que cualquier lector puede entablar conexión. La llamada del bosque de los suicidas no tiene por qué pelear por un puesto con El bosque de los suicidas porque sus objetivos, sus medios y su narrativa son distintos. Eso es lo más elogiable del trabajo de Bressend y Gil, que sí consiguen que al lector le asalten los escalofríos que persigue la historia. Que sea en el mismo escenario en el que también triunfaron El Torres y Hernández Walta es solo un guiño más.

El volumen incluye los cinco números de Call of the Suicide Forest, publicados originalmente por Amigo Comics entre enero y julio de 2018. El contenido extra lo forman las cubiertas de Tony Fejzula y Pasqual Ferry, unas notas finales de El Torres y un portafolio de diseños e ilustraciones de Rubén Gil.

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