Editorial: Astiberri / Z como SanZ.
Guión: Miguel Gallardo.
Dibujo: Miguel Gallardo.
Páginas: 80.
Precio: 14 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Noviembre 2020.
No son pocos los autores que aprovecharon el confinamiento que arrancó en marzo de 2020 para contarnos sus experiencias y dificultades, sus sensaciones y opiniones, pero en el caso de Miguel Gallardo la cosa se puso un poco más dramática, ya que unos días antes de que empezara esta extraña pesadilla que todavía no ha concluido a nuestro autor le extirparon de la cabeza un turno de cuatro centímetros. Menuda forma de empezar una pandemia, desde luego. Como parece que la cosa ha ido bien, como el propio Gallardo nos confirma en el libro, es más fácil entrar de lleno en la gigantesca broma que supone esta situación, que es la que él mismo nos cuenta en primera persona en Algo extraño me pasó camino de casa, un tebeo en el que usa su humor habitual para contarnos esta atípica situación y consigue que nos metamos de lleno en su día a día, en el de antes de la operación, en el de después y el de un autor que no deja de lanzarnos agradables referencias a su obra. Y así, con ese particular sentido del humor, el drama se convierte en comedia, y lo extraordinario se convierte en algo sorprendentemente cotidiano. Ese es el poder de la forma en la que Gallardo narra lo que le pasa, que es como si nos lo estuviera contando cara a cara, como si fuera esa conversación con un amigo al que hace tiempo que no ves y tiene que ponerte al día.
Al final, se trata justo de eso. Es un “pues te tengo que contar algo” de 80 páginas de extensión que parte siempre de lo humano, de lo personal, sin dejar de lado que es la obra de un autor y que necesita de una estructura para que llegue al lector. Y esa estructura es inteligente, porque pega los saltos necesarios para que nos demos cuenta de los efectos del maldito tumor, pero sin hacer que nos perdamos precisamente porque el motor que nos conduce por este viaje son las sensaciones que el propio Gallardo va experimentando a cada paso que va dando o según va siendo consciente de algunas de las circunstancias de lo que le está sucediendo. No es un manual de autoayuda, y sin embargo ayuda, que es la magia que desprenden las obras autobiográficas de autores que pasan por trances extraordinarios que otras personas también han tenido la mala suerte de vivir. Y seguro que no es una historia realista al cien por cien, porque ya sabemos que Gallardo es un maestro haciéndonos reír con lo más insospechado de nuestra realidad, pero nadie podría decir que no es cierto nada de lo que nos está contando. Hermosa paradoja para uno de esos tebeos que se leen con enorme agrado, insistimos, porque tiene un presente feliz y no estamos en ningún caso ante el epitafio creativo de su autor, quien, sí, puede seguir dibujando a María sin problema.
Y todo contado con la gracia visual de Gallardo, que va pegando saltos de estilo muy divertidos para contaros de una manera muy inteligente todo lo que se le está pasando por la cabeza en cada momento. Vemos al Gallardo actual, pero también al Gallardo de Makoki (aquí, su reseña), vemos estilos visuales y tipográficos cambiantes y distintos, como si estuviéramos dando vueltas sobre las propias ideas del autor, viéndolas tal y como las está imaginando él en cada momento, sabiendo que este tebeo podría haber sido bien distinto si su creador lo hubiera comenzado una semana antes o una semana después, precisamente porque se nota que es el estado de ánimo y la comprensión de cada momento de este camino lo que imprime fuerza a cada una de las páginas. Y aunque pueda dar la sensación de que, siendo una obra tan personal y propia, pueda ser algo ajeno al lector, la magia de Gallardo es que Algo extraño me pasó camino de casa se acaba convirtiendo en algo propio del lector. Nos implica, narrativa y visualmente, con un monólogo, que es más bien un diálogo con cualquiera que tenga ganas de escucharlo, y de esta manera se gana nuestra eterna simpatía. Ya la tenía como autor, desde luego, pero este es uno de esos libros que nos recuerda que detrás del nombre que firma un libro siempre hay una persona, una que nos alegra que esté bien.
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