Guión: Neil Gaiman.
Dibujo: Sam Kieth, Mike Dringenberg, Malcolm Jones III.
Páginas: 240.
Precio: 25 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Septiembre 2020.
Hay algo en Sandman que es sencillamente portentoso. Siempre lo ha habido, y es algo que el paso del tiempo no ha sido capaz de comerse. ¿Y qué tiene de especial? Se han lanzado tantas alabanzas sobre la obra cumbre en cómic de Neil Gaiman que es difícil hasta desgranar su trabajo, buscando una originalidad en el análisis que tampoco es necesaria. Lo mejor que podemos decir de Sandman es que hay que leerla. Es que todavía hoy hay que leerla, con todo lo que ha venido por detrás, con la incontable cantidad de autores que han buscado seguir la estela de Gaiman, con la cantidad de años que han pasado desde que esta serie se convirtiera en algo único y excepcional. Su escritor rozala excelencia por su planteamiento, por su desarrollo, por lo bien que sabe cerrar un arco argumental, por su personaje protagonista pero sobre todo por las muchas reflexiones que nos deja como legado a lo largo de una historia fascinante, una que todavía tenía muchos lazos con el universo DC porque Vertigo era todavía un experimento extraño, pero que a la vez tiene una personalidad tan fuerte que sus estrellas invitadas están lejos de cumplir el papel comercial que se buscaba siempre con esas apariciones. Sandman sigue siendo una maravilla de muy difícil comparación, uno de los mejores tebeos de siempre. Y todo arranca aquí.
El enfoque tiene Preludios y nocturnos, primer volumen de la serie, es ya de por sí excepcional. No es la historia de Sueño. O mejor dicho, no es solo eso. Para empezar, vemos a un Sueño derrotado y cautivo. O mejor aún, no le vemos apenas en el primer número, su cautiverio visto desde sus ojos en buena medida. Qué mejor reflexión sobre la naturaleza humana que verla desde fuera. Y qué delicioso es ver a un héroe caído sin que en realidad tengamos motivos para saber que es un héroe. Aún así, empatizamos por lo bien que está contada la historia. A partir de ahí, asistimos a una búsqueda, la de tres objetos mágicos que le han sido arrebatados durante su tiempo aprisionado. Es deliciosa la manera en la que Gaiman utiliza ese recurso tan simple para mostrarnos cómo es el universo en el que nos vamos a mover, y cómo le sirve para describirnos a Sueño, un personaje increíblemente frío que a la vez tiene una muy particular humanidad. Y cuando introduce a Muerte, quizá la secundaria más impresionante que un autor ha sido capaz de escribir en una serie de una gran editorial, aunque sea en un sello para adultos teóricamente más minoritario, estamos ya más que convencidos. Muerte es la guinda, un número final formidable que sirve de reflexión y de cierre parcial a lo que hemos visto, que podría haberse quedado ahí pero que afortunadamente nos dio mucha más gloria.
Sam Kieth es el ilustrador principal de este primer volumen de Sandman. No alcanza en estas páginas unas cuotas de exageración tan pronunciadas como le hemos visto en otros trabajos, quizá porque su juventud le obligaba a estar más cerca del mercado que de sus ideales personales, pero sigue siendo brillante por la capacidad que tiene de dotar de personalidad a un universo tan fascinante como este. Y Sueño es diseño suyo, motivo más que suficiente para alabarle sin medida, porque supo mostrarle con fragilidad y poder al mismo tiempo, con frialdad y con humanidad. Sueño es una contradicción en sí mismo y se ve hasta en los detalles más banales, como su casco, ese que tan poco utiliza, o su vestimenta, sencilla y lúgubre. Kieth encuentra motivos en el guión de Gaiman para dar rienda suelta a su imaginación. Y Muerte se queda para que Mike Dringenberg nos la muestre de una manera fascinante desde el principio, explorando esas mismas dicotomías y contradicciones que hacen de este un mundo brutal. A estas alturas, decir que Gaiman es un escritor excepcional es algo que hasta está fuera de lugar, pero sigue siendo importante en cada nueva edición de Sandman que recordemos el poder que tiene esta obra y la envidia que necesariamente despierta en cualquiera de nosotros que alguien se vaya a asomar a su lectura por primera vez. Bienvenidos.
El volumen incluye los ocho primeros números de The Sandman, publicados originalmente por Vertigo entre diciembre de 1988 y agosto de 1989. El contenido extra lo forman las cubiertas originales de Dave McKean, una introducción de Patrick Rothfuss, una introducción de Karen Berger y un epílogo de Neil Gaiman.
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