Guión: Sam Humphries.
Dibujo: Alisson Borges, Sami Basri, John Timms, Whilce Portacio, Agnes Garbowska, John McCrea, Kelley Jones, Jon Davis-Hunt, Brett Booth, Norm Rapmund, Scott Kolins, Dan Jurgens, Guillem March, Mirka Andolfo, Babs Tarr, Tom Grummett, Cam Smith.
Páginas: 112.
Precio: 11,50 euros.
Presentación: Rústica.
Publicación: Abril 2019.
La dinámica en la que ha entrado Harley Quinn es una espiral de locura y sinsentido bastante peculiar. Sam Humphries, siguiendo la estela marcada por Amanda Conner y Jimmy Palmiotti Y como ya lo había hecho en sus primeros números en la serie (aquí, su reseña), se ha propuesto llevar la cabecera a un punto de absurdo tremendamente chiflado y, a diferencia de la anterior etapa, sacándolo del escenario más terrenal. Aquí lo hace nada menos que destruyendo la continuidad del Universo DC, convirtiéndola de hecho en un personaje femenino más que añadir a la estrambótica colección de secundarias de Harley Quinn, y colocando a la ex compañera del Joker en el centro de esta onda destructora que amenaza con llevárselo todo por delante. No, no es la base de ningún macroevento que englobe decenas de series, como podría haber sido, sino algo que sólo pasa aquí y ahora. Eso tiene gracia viendo la escala que tiene el relato, pero conviene tener en cuenta lo decisivo que es entrar en el juego para disfrutar de la propuesta, todavía más importante de lo que lo fue con Conner y Palmiotti aunque estemos hablando de una etapa, la de Humphries, que en muchos sentidos es bastante continuista. Parece una obviedad, pero que nadie espere personajes cuerdos, porque lo más parecido que vamos a encontrar es la madre de Harley. Quién lo iba a decir.
Arranca este segundo número de la serie dando fin a la historia que quedó partida en el anterior, el inaugural de esta etapa de Humphries, una que tiene el objetivo de presentar a un villano que teóricamente tendría que dar juego en el futuro. Bien, aceptable, y la parte más continuista con Conner y Palmiotti en muchos sentidos. Seguimos con esa odisea dimensional en la que Humphries nos lanza el caos más controlado que podríamos imaginar. No se trata sólo de hacer desfilar a Harley por diferentes distorsiones temporales, sino que cada una de ellas tiene base en la historia de DC. Y son bases no necesariamente reconocibles en un primer instante, lo que hace de este, el número 50 de la serie americana, uno bastante más complejo de componer de lo que pudiera parecer a simple vista. Y es, a la vez, la prueba de fuego para que el lector comprenda a Humphries. Si entra bien ese número, Harley Quinn entra bien, así de sencillo, porque las características de base vienen heredadas de la anterior etapa. Y concluimos con la presentación de un personaje que surge de la odisea dimensional anterior, el Capitán Triunfo, el tipo de héroe desequilibrado que podría encajar perfectamente en las descabelladas aventuras de Harley, en las que ahora mismo se puede hasta hacer guiños a la recuperación del traje más clásico sin que parezca una oferta baladí.
La locura total del número 50 encaja con la idea de que diferentes dibujantes muestren las realidades que va atravesando Harley y eso incluye nombres tan vinculados a la serie como el de John Timms y autores tan clásicos como Kelley Jones, pasando por estilos diversos como los de Babs Tarr, Guillen March o Tom Grummett. Harley Quinn es y seguro que tiene que ser una locura, así que ¿por qué no plasmarla de esa manera? El número, desde luego, es un festival. Y aunque echemos de menos a Timms, que es el dibujante que sin duda ha sabido entender mejor a esta moderna Harley Quinn, Alisson Borges primero y Sam Basri después, sobre todo el primero, cumplen francamente bien con los objetivos de la serie, que pasan por mostrarnos a una Harley chiflada, bomba sexual sin que en realidad se busque nada extraordinario en ese sentido, con una violencia de la que nos podamos reír y escuchar sonrisas enlatadas, y en el que los personajes más imposibles encajen sin problema. Cuando se finaliza cada número de Harley Quinn es lícito pensar que estamos ante una broma sencilla y sin pretensiones, ante una locura genial o ante una tontería sin contemplaciones. Todo, sí, todo cabe para juzgar la serie. Da la sensación de que es más bien una de esas diversiones incontrolada de los autores que por fuerza contagian, más o menos, al lector, y con esa interpretación nos quedamos.
El volumen incluye los números 49 a 52 de Harley Quinn, publicados originalmente por DC Comics entre septiembre y octubre de 2018. El único contenido extra son las portadas originales de Amanda Conner y Frank Cho.
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