Editorial: The Rocketman Project.
Guión: Fernando Llor.
Dibujo: Ángel Bernuy.
Páginas: 112.
Precio: 15 euros.
Presentación: Rústica.
Publicación: Diciembre 2018.
Si hay algo que satisface a primera vista de El último día es la falta de complejos que tiene, y eso es algo que agradecemos ya antes de empezar a leer. Tan acostumbrados como estamos a qué todas las aventuras apocalípticas acontezcan en suelo norteamericano o destruyan los monumentos más emblemáticos del mundo, esto de ver un tebeo de zombis, o algo parecido, que tenga lugar en Vigo es algo realmente estimulante. ¿Por qué no? La idea no es de Fernando Llor, aunque la ejecute con mucho oficio, sino que supone la adaptación de la novela del mismo título que escribió J. P. González. Y con ese detalle de nuevo podríamos hacernos la misma pregunta, por qué no, y más cuando el cómic nacional está sabiendo asomarse al terreno de las adaptaciones literarias cada vez con más frecuencia. Otro complejo perdido, otro aplauso ganado. Y con el dibujo de Ángel Bernuy tenemos lo que le faltaba al tebeo, una ejecución acertada y una puesta en valor de los escenarios escogidos para la historia. Sin inventar nada, sin dar todas las respuestas porque en realidad no las necesitamos y valiéndose acertadamente de los tópicos, El último día es un tebeo que funciona francamente bien, sobre todo desde que se ha planteado la trama principal y aparecen en escena todos los personajes a los que vamos a seguir en este viaje por la supervivencia.
El subgénero de zombis tiene además una curiosidad que Llor cuida bastante bien. Casi todos estamos de acuerdo en las limitaciones de este tipo de historias, que suelen moverse habitualmente en los mismos parámetros y con evidentes coincidencias de unas con las otras. Pero las leemos como si fueran nuevas, y las disfrutamos de esa misma manera. Algo de mérito tendrán entonces quienes las escriben, empezando por el magnífico uso del tópico, algo que no tiene por qué ser necesariamente negativo. Llor lo sabe y se maneja ahí muy bien, encajando perfectamente todas las situaciones que cabe esperar de esta aventura apocalíptica. Es verdad que el material original de la novela no le da demasiado margen para innovar, por lo que tenemos al infectado que lucha para que sus compañeros no se den cuenta, la tensión sexual que se resuelve en vistas de que podamos estar ante el fin del mundo, el continuo misterio sobre el origen de los infectados y por supuesto la presencia de militares en este entramado. Como todo avanza bien dentro de esa idea, lo que se puede pedir a El último día es que resuelva bien todo el conflicto y lo hace con la suficiente solvencia y hasta con el final abierto que puede permitir una futura continuación con la misma facilidad con la que todo puede quedar aquí.
El dibujo de Bernuy es también muy atractivo y sabe aportar a la historia el dinamismo que requiere, tanto en las escenas de acción puras y duras, que alguna hay, como en los momentos de confrontación entre personajes. Tiene un toque de indefinición en el trazo que casi entronca con el cómic de género de los años 70, pero a la vez es muy actual en su puesta en escena y en la manera en la que juega con una composición de página clásica. Y cumple con las dos premisas básicas para que El ultimo día funcione, por un lado dotar a todos los personajes del carisma suficiente para adecuarlos al papel que les corresponde en la historia, y por otro hacer que estos escenarios tan alejados de Estados Unidos no sólo funcionen sino que se conviertan en uno de los detalles más divertidos del libro, integrados eso sí en la trama para no desviar nunca la atención de lo que está sucediendo. No es Vigo por encima de la historia en su dibujo, sino como parte de la misma. Con estas premisas, parece evidente que oficio y entretenimiento se dan la mano en una historia pensada sobre todo para seguidores del subgénero, incluso aunque este vaya perdiendo peso con el paso de las páginas y aunque los muertos vivientes de turno aparezcan menos de lo que es habitual y sean durante muchos momentos una amenaza más latente que presente.
El volumen no tiene contenido extra.
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