Editorial: Museo Nacional del Prado.
Guión: Antonio Altarriba.
Dibujo: Keko.
Páginas: 64.
Precio: 15 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Enero 2017.
Antonio Altarriba y Keko ya nos habían deslumbrado hace algo más de dos años con Yo, asesino (aquí, su reseña), una historia que contaba con un protagonista tan sensible al arte como homicida en sus comportamientos, que mataba literalmente por amor al arte, buscando una obra maestra del crimen. En El perdón y la furia, de alguna manera, dan continuidad a esa manera de entender el thriller. Sigue siendo una obra que profundiza en el arte como motor emocional, puesto que se trata de un cómic nacido al calor de la exposición sobre José de Ribera que se inauguró en el Museo Nacional del Prado en noviembre de 2016 y centrándose en las Furias, un conjunto de cuatro cuadros del que solo se conservan dos. El hecho de que sea un cómic editado directamente por la pinacoteca más importante de nuestro país es una muestra formidable de que el cómic es un medio que sirve de una manera brillante a las artes pictóricas y que tiene su sitio entre ellas. Pero además de esa relevancia artística que a estas alturas ya tendría que ser indudable, también sigue siendo una obra perturbadora en sí misma, porque Altarriba y Keko son dos autores que saben cómo llegar hasta los rincones más siniestros y obsesionados del alma humana desde posiciones más accesibles pero que no renuncian al escenario más documentado de su vertiente artística.
Vivimos en un mundo con demasiado miedo a lo erudito, y obras como El perdón y la furia, del mismo modo que sucedía con Yo, asesino, tendrían que llevarnos a perder ese temor. Se puede hacer una obra con una documentación excelsa y que, al mismo tiempo, nos invite a disfrutar con un misterio, con una personalidad torturada, con personajes obsesionados. Lo que Altarriba hace aquí es brillante. Es verdad que en parte es un camino que ya ha transitado, y por eso lo mejor es ver este trabajo como una extensión de Yo, asesino, pero es digna de elogio la valentía con la que hace justicia a la obra de Ribera, en su significado y en su ejecución, sin rebajar para nada ese alcance para tratar de llegar a un público menos formado. Eso lo conjuga con un personaje central brillantemente descrito, un investigador universitario que quiere meterse, literalmente, en la piel de Ribera y aclarar el misterio de las Furias. La obsesión funciona muy bien como base de una historia y Altarriba domina esa sensación. El giro final, sorprendente y la verdad es que muy acertado, no hace sino confirmar que estamos ante un cómic muy atractivo y completo, que admite distintos niveles de lectura y que confirma que no hace falta tratar al lector con condescendencia cuando se trata de abordar la historia del arte.
Keko no se sale de aquello que domina. Su manejo del blanco y negó en el que se cuelan las pinceladas de rojo está fuera de toda duda. La manera en la que inserta en sus propios dibujos las obras de Ribera es increíblemente natural. Las sombras hacen que la obsesión del protagonista sea todavía más intensa, los rojos que la violencia sea incluso más brutal. Y los tonos de la pintura de Ribera nos recuerdan que hay un anclaje en la realidad del que Keko no quiere salirse nunca. El conjunto es fascinante porque escapa a lo rutinario. Incluso asumiendo que el ilustrador se está moviendo en paletas gráficas que domina a la perfección, es difícil anticipar qué vamos a ver, en qué grado va a emplear la sombra, la luz y el color para dar vida a cada instante. Porque Keko eso lo domina, la creación del instante. Y lo hace además, sin menoscabo de una narrativa ágil y muy accesible, hecho que ayuda a que lo erudito de la propuesta no se aleja del lector. El perdón y la furia se convierte así en uno de esos tebeos a los que uno se puede acercar por muchos motivos. Desde luego, por el amor a la obra de Rivera, pero también por el deseo de leer un buen thriller enfocado desde una perspectiva madura e inteligente, que sabe aprovechar lo que en realidad es un escenario modesto, con apenas tres o cuatro personajes y pocos escenarios, para impresionarnos a muchos niveles.
El volumen no tiene contenido extra.
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