Editorial: Amaníaco / Cayolargo.
Guión: Joan Mundet.
Dibujo: Joan Mundet.
Páginas: 112.
Precio: 10 euros.
Presentación: Rústica con solapas.
Publicación: Noviembre 2016.
Cuando se acomete un proyecto propio, no debe de ser nada fácil quitarse de encima una etiqueta tan imponente como la de ser el dibujante del Capitán Alatriste, en su versión en cómic (aquí, su reseña) y en las portadas de los libros y otros productos relacionados. Ese, para quien no lo sepa, es Joan Mundet. Y no sale nada mal parado de ese trance con lo que nos ofrece en este primer volumen de Capablanca, titulado A cara o cruz. Siendo un trabajo que claramente nos remite a lo que el autor ya fue capaz de mostrarnos con las aventuras del ilustre caballero creado por Arturo Pérez-Reverte, es al mismo tiempo una obra personal y fácilmente identificable, que nos sumerge en la Cataluña de comienzos del siglo XVII con un espléndido trabajo de ambientación pero sobre todo de caracterización, porque Mundet se toma su tiempo, su calma y su trabajo, con formas de narrar que emparentan este cómic con la novela histórica española e incluso también con su teatro. El objetivo es sentar las bases de una historia que se antoja mucho más larga y profunda, como bien se dice en la contraportada con un protagonista involuntario, un muchacho al que simplemente le va dirigiendo el destino, por su nacimiento, por la complicada familia en la que le toca crecer y por la intervención de un hombre que le toma a su cargo.
Es de agradecer que Mundet no se haya limitado a retratar una época tan concreta de la historia española, sino que haya buscado una inmersión completa en la misma. Y esto lo hace a través del lenguaje, que se antoja más que adecuado, y en el que el autor ha contado con la colaboración de José Gálvez. Puede parecer algo accesorio, pero Capablanca tiene que ser así. Tiene que verse como el siglo XVII, pero si convence con más facilidad es porque también suena así. ¿Qué eso obliga a añadir algunas notas para comprender determinadas expresiones ya en desuso? No pasa nada, forma parte de lo admisible porque no ralentiza la narración para nada. En este primer tramo de su obra, a Mundet le interesa mucho más ese establecimiento de las bases que no un protagonismo fuerte por parte de su figura central. Joan Muntada es, efectivamente, más objeto que sujeto. Las cosas pasan a su alrededor, y no tanto por sus acciones. Y eso configura A cara o cruz como un capítulo atípico dentro de una biografía. Parecen importar mucho más en este momento el bandolero Caracreu o el tuerto Don Rodrigo que este muchacho llamado a evolucionar en páginas futuras por lo que aquí estamos viendo. Y Mundet no duda en homenajear a las letras en español, no solo con su espléndida y detallista manera de escribir, sino también con el episodio que muestra casi en su totalidad como una representación teatral de la época.
En cuanto al dibujo, volviendo a la referencia de Alatriste, ya conocemos sobradamente lo buen que se mueve Mundet en los dos aspectos que marcan Capablanca. Por un lado, la creación de escenarios históricos. Es tan minucioso, recrea tan bien esta época, que cada personaje y escenario se convierten en pequeñas obras de arte que da gusto contemplar. Por otro lado, el dominio del blanco y negro es tan grande, que complementa de una manera espectacular el primer aspecto. Sus dibujos se convierten así en pequeñas diapositivas históricas que, unidas, se convierten en una preciosista colección de imágenes que forman un muy buen tebeo. El movimiento de los personajes, además, es bastante más que correcto, lo que permite que esa secuencia teatral a la que asistimos como espectadores sea un elemento más de la versatilidad de Mundet como narrador. Capablanca no es únicamente un buen artículo de diseño o un trabajo documental llevado con oficio a las viñetas, sino un muy buen relato que sabe encontrar su hueco homenajeando a la tradición literaria española pero, al mismo tiempo, encontrando un relato propio e identificable. Sabiendo que no estamos más que ante un primer episodio, desde luego Mundet logra lo más complicado, que es dejar al lector con ganas de más.
Capablanca comenzó a publicarse originalmente en la revista italiana Skorpio desde diciembre de 2015. El volumen no tiene contenido extra.
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