Guión: Carlos X. Díaz.
Dibujo: Guillermo Monje.
Páginas: 52.
Precio: 14 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Noviembre 2016.
Viendo la calificación por edad que tiene Mundo urraca, recomendada para lectores de más de 9 años (por cierto, todo un acierto por parte de la editorial, Sallybooks, que de esta manera ha adoptado una medida pionera en el mundo del cómic en España que resulta francamente útil), podemos pensar que estamos ante un tebeo fácil. Pero no lo es en absoluto. Y a la vez lo es. ¿No es esa contradicción un elemento esencial del cuento? ¿El que precisamente hace que los cuentos tengan siempre dobles lecturas que los hacen accesibles para los más pequeños pero a la vez atractivos para los adultos? Sí, así es, y ese es el objetivo aparente de Carlos X. Díaz, que crea un imaginativo universo para dar forma a la moraleja que le sirve para cerrar el libro. Puede que sea una moraleja que queda algo demasiado en el aire en algunos momentos, incluso que llega de una manera demasiado abrupta y cuando en realidad no se atisba que estemos a punto de llegar al final, pero es un mensaje loable que se sustenta bastante bien en la fantasía que idea y a la que da forma con sus dibujos Guillermo Monje para mostrarnos algo que parece contar entre sus influencias con El principito o con las películas de Hayao Miyazaki. No logra cotas tan elevadas, pero sí queda como una historia atractiva, con cierta profundidad y con toques francamente extravagantes.
Son esos toques los que marcan una diferencia en Mundo urraca, los que dan a la obra la personalidad que busca. Eso, y su aspecto gráfico, que analizamos un poco más adelante. Puestos a encontrar los elementos determinantes del guion de Díaz, estos parecen ser la curiosidad y la vida. La primera la alaba como el principio de toda aventura, la segunda la defiende como algo que merece la pena experimentar de verdad, incluso aunque tenga que hacerse en solitario. Porque, al final, el protagonista de la historia, Álex, es un solitario. No porque quiera serlo, sino porque el mundo real no comparte sus inquietudes. Por eso es un personaje que se mueve tan bien en la fantasía, entre extraños amigos y criaturas, en escenarios imposibles y en realidades en los que la física que conocemos no se aplica en absoluto. Mundo urraca es, de esta manera, un tebeo en el que nada es imposible y hasta lo más improbable se puede entender y explicar. Esa es la gracia que tiene esta obra, una pequeña rareza juguetona y aventurera que se lee con una facilidad asombrosa aunque siempre se le pueden encontrar segundas lecturas que enriquecen el resultado final. Lástima que se cierre de una manera quizá demasiada temprana y algo incompleta, porque da la impresión de que hay muchas ideas que podrían haber tenido cabida aquí.
En cuanto al dibujo, Guillermo Monje ofrece un estilo tan chocante como el del propio universo que dibuja. Nada es realista, ni siquiera aquello que sí podemos palpar. Eso hace que desde la primera página nos sintamos en un universo aparte, incluso aunque en ese momento la fantasía no haya comenzado. Si ya es difícil clasificar Mundo urraca como obra, su dibujo hace que sea todavía más complicado acometer semejante valoración. Lo que no se le puede negar a Monje es que con sus extrañas figuras y su impactante colorido provoca incontables sensaciones en el lector. Y de eso se trata, de que a este lado de la página se sienta que estamos acompañando a Álex a un mundo diferente y cambiante (ahí el uso del color es notable para ir diferenciando etapas y escenarios), con unas reglas que nada tienen que ver con las de nuestro mundo y en la que lo más fácil y divertido es, sencillamente, dejarse llevar para adentrarnos de una manera diferente en una defensa de la naturaleza, del entusiasmo y de la curiosidad. Mundo urraca se convierte así en un cuento simpático, quizá menos cercano de lo que tendría que ser con un niño como protagonista pero en el que cada paso de su viaje es una aventura en sí misma que quiere cobrar un sentido completo al final y que casi lo consigue aunque el cierre sea quizá lo menos llamativo del cómic.
El libro no tiene contenido extra.
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