Título original: The Lego Batman Movie.
Director: Chris McKay.
Reparto: Will Arnett, Zach Galifianakis, Michael Cera, Ralph Fiennes, Rosario Dawson, Chaning Tatum, Jonah Hill, Eddie Izzard, Seth Green, Jemaine Clement, Mariah Carey.
Guión: Seth Grahame-Smith, Chris McKena, Erik Sommers, Jared Stern, John Wittington.
Música: Lorne Balfe.
Duración: 104 minutos.
Distribuidora: Warner.
Estreno: 10 de febrero de 2017 (Estados Unidos y España).
Hace tres años, La Lego película (aquí, su crítica) se convirtió en una de las sorpresas de la temporada. Al margen de que haya sido y siga siendo una película probablemente sobrevalorada aunque divertida, uno de los aspectos más logrados de la película fue la aparición de Batman. Y, claro, el spin-off era evidente que iba a caer. Batman. La Lego película es hermana directa de aquella, y lo es para lo bueno y para lo malo. ¿Lo bueno? La cinta está basada claramente en gags, en sketches, en chistes rápidos, ágiles, continuos, y directos, hasta el punto de que la cinta apabulla porque no tiene pausa de ningún tipo. ¿Lo malo? Que la historia no tiene el mismo nivel, que se acaba haciendo muy larga y que, al final, se desmarca por completo del universo de Batman con un catálogo de villanos de buena parte de las franquicias de Warner, casi como si estuviéramos ante un gigantesco y masivo tráiler, circunstancia que se agrava si tenemos en cuenta cómo se ha volcado Warner en publicitar un doblaje en el que ha colado a algunos nombres que desentonan claramente en la película, como por ejemplo el del director Juan Antonio Bayona, al que se ha permitido un capricho en forma de cameo. Dependerá de cada espectador saber qué pesa más, pero casi acaba dando la sensación de que es lo segundo lo que predomina.
Batman. La Lego película apuesta por una versión lógicamente cómica del personaje, no podía ser de otro modo. Y lo cierto es que esa concepción funciona en un arranque trepidante, intenso, divertido y algo macarra, pero se va diluyendo en la medida en la que la historia deja de tener sentido como parte del universo de Batman. Cuando la cinta se ríe, y lo hace de manera incisiva, de los precedentes del Caballero Oscuro en el cine, convirtiendo la referencia en arte y deleite para el aficionado, la cosa va francamente bien. Pero eso se diluye cuando el filme se acaba convirtiendo en un extraño debate sobre si Batman debe ser un tipo solitario y la cabeza visible de la Batfamilia (lo cual, en el fondo, no deja de tener su gracia para los lectores que llevan años debatiendo sobre este mismo asunto a la hora de escoger su visión favorita del personaje) mezclado en un batiburrillo sin sentido en el que se cuelan King Kong, los Gremlins, Sauron, Voldemort y un sinfín de villanos de películas de Warner y de sucedáneos genéricos de monstruos de la Universal que, para más inri, proceden de la Zona Fantasma, como si eso fuera un pozo sin fondo del que pudiera salir cualquier cosa. Y como lo bueno se diluye, el foco de la película se pierde. Los chistes no paran, eso es evidente, pero la gracia se va perdiendo poco a poco y la cinta va claramente de más a menos.
De hecho, es una mezcla extraña. Porque, por un lado, el chiste a veces es increíblemente certero para fans de Batman, como con el carrusel de villanos que aparecen brevemente y que tal y como bromea la película existen de verdad o con las alusiones a todas las películas que se han realizado con anterioridad, incluyendo el inevitable chiste sobre el Batspray repelente para tiburones, uno de los gags más memorables de la película de 1966 (aquí, su reseña). Pero de repente Batman deja de tener importancia. No es que deje de aparecer en pantalla, eso no lo hace nunca, casi está presente en todos los planos de la cinta, pero el escenario que se contempla para el clímax final se aleja por completo del mundo autoreferenciado de Batman. Eso y el mismo hecho de que todos los villanos del clímax surjan de una situación artificial (¿qué sentido tiene que Batman quiera robar el proyector de la Zona Fantasma para, precisamente, generar la crisis que luego él mismo tiene que resolver?) dejan la historia, el núcleo de la película, en tierra de nadie. Ni termina siendo una película sobre el Caballero Oscuro ni tampcoo esa mezcla extraña de personaje va a ningún lado más allá del chiste. ¿Qué queda entonces? Los Lego, esa forma de animar los personajes que sigue teniendo su gracia pero que, no lo olvidemos, ya había dejado películas de héroes DC para el mercado doméstico.
Así que, en el fondo, no estamos ante algo nuevo, sino ante una oportunidad que Warner ha visto en el éxito casi inesperado de La Lego película y en los parabienes que se llevó la aparición puntual de Batman en la misma. Vivimos en la era de las franquicias, en la que los grandes estudios aprovechan la más mínima oportunidad para ganar dinero fácil y la mezcla entre Batman y Lego parece ajustarse perfectamente a esa definición. Chris McKay dirige con brío, con ganas de que no dejen de pasar cosas en la pantalla, elevando incluso las apuestas de Phil Lord y Christopher Miller en La Lego película, pero al final siempre queda la sensación de que son tantas que muchas se quedan por el camino y no llegan a entenderse. Batman. La Lego película es un producto raro. Raro como lo era la cinta de la que se desgaja pero también por el camino emprendido. Raro porque divierte lo suyo y es imposible contener la carcajada incluso en varios momentos de la película, pero al mismo tiempo deja la sensación, acrecentada por el extenso número de guionistas, de que se han buscado chistes y más chistes para sacrificar la historia, y que la animación, siempre fascinante por el mismo concepto de los Lego, devora todo lo que la película no es capaz de ofrecer en otros terrenos. Pero mientras la fórmula funcione en taquilla, seguirá habiendo Lego Batman para rato.
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