Título original: Star Wars: Episode VI – Return of the Jedi.
Director: Richard Marquand.
Reparto: Mark Hamill, Harrison Ford, Carrie Fisher, Dave Prowse, James Earl Jones, Billy Dee Williams, Ian McDiarmid, Frank Oz, Peter Mayhew, Anthony Daniels, Kenny Baker, Warwick Davis, Alec Guinness.
Guión: George Lucas y Lawrence Kasdan.
Música: John Williams.
Duración: 131 minutos.
Distribuidora: 20th Century Fox.
Estreno: 25 de mayo de 1983 (Estados Unidos), 1983 (España).
Si Una nueva esperanza (aquí, su crítica) fue probablemente el filme más revolucionario de la historia del cine por la cantidad de campos que cambió por completo y si El Imperio contraataca (aquí, su crítica) se convirtió en la secuela perfecta y en la mejor película de la trilogía, El retorno del Jedi es un extraordinario cierre para la historia y un ejemplo perfecto de cómo hacer un clímax de muchos minutos por medio de una narración múltiple paralela. George Lucas volvió a quedarse nuevamente en las labores de productor y esta vez cedió el testigo de la dirección a Richard Marquand, de nuevo con un formidable guión de Lawrence Kasdan que supo hacer madurar a los personajes de una forma adecuada y ofrecer un cierre más que satisfactorio a todas las subtramas que se inauguraron en el Episodio IV de la serie y que encontraron su forma más compleja en el Episodio V. El retorno del Jedi, de hecho, se coloca en un camino intermedio entre las otras dos cintas de la trilogía, manteniendo los elementos aventureros que marcaron el camino en 1977, con toques de humor abundantes por la presencia de los ewoks, esas criaturas peludas pensadas también para vender muñequitos, pero también resuelve la tragedia familiar en que convirtió la serie la mítica revelación de Darth Vader al final de El Imperio. Y con esa mezcla, el espectáculo es total.
Hay dos cuestiones verdaderamente extraordinarias en El retorno del Jedi. La primera, la memorable labor de montaje que hay para el clímax final, que se desarrolla en tres escenarios diferentes: el interior de la Estrella de la Muerte, donde Luke Skywalker y Darth Vader protagonizan una batalla primero psicológica y después física con el Emperador como espectador; el exterior, donde se produce una batalla espacial vibrante y emocionante, gozosa expansión de lo visto al final del Episodio IV, con un papel esencial y nada secundario para el Halcón Milenario; y la superficie de la luna de Endor, donde un grupo de rebeldes comandados por Han Solo y Leia intentan destruir el campo deflector que protege la estación espacial. Si hay un perfecto manual parta explicar cómo potenciar tres escenarios a la vez sin romper el ritmo de cada uno de ellos por separado, ese es El retorno del Jedi. El segundo aspecto memorable del filme es, precisamente, uno de ellos, el que resuelve la historia del auténtico y ya nada disimulado protagonista de la serie, Darth Vader. Con una sencillamente prodigiosa música de John Williams, Vader y Luke ponen a prueba el lado de la Fuerza en el que van a situarse, finalizando en el caso del primero un viaje emocional fascinante que le llevó de ser un arma de una dictadura al villano definitivo y que acaricia aquí la redención.
Lo más discutible de la película son los ewoks (a quienes por cierto Williams homenajea con leit motif extraído de la música de Erich Wolfgang Korngold para el Robin de los bosques de Errol Flynn). Lo cierto es que son una buena idea, que añade simpatía a la historia, por mucho que obviamente rebaje su tono, aporte comedia y, sobre todo, se busque con ellos la complicidad de los espectadores más jóvenes. Queda la duda de cómo habría sido la película si, como era la primera intención de Lucas, en lugar de ewoks, la batalla de Endor la hubiera protagonizado wookies como Chewbacca. También es el elemento que más evidente hace la limitación de la tecnología que retrajo a Lucas de hacer de forma inmediata la trilogía de precuelas, ya que la movilidad de los rostros de los ewoks es limitadísima y chirría bastante en comparación con la brillantez de otros efectos especiales, sobre todo en la memorable batalla espacial, donde el movimiento de la cámara y de las naves en liza alcanza dimensiones que apenas podían soñarse cuando se estrenó el primer filme de Star Wars. Y puestos a hablar de polémica, la Edición Especial de El retorno del Jedi sin duda es la que más genera, por el diálogo que se pone a Vader en el clímax y por la presencia en la escena final, innecesaria e incluso incongruente, de Hayden Christensen, quien interpretó a Anakin en las precuelas.
Con aciertos y errores, en realidad como todos los filmes de la saga a pesar de la mitificación en la que ha caído la trilogía original y la desmesurada crítica que recibió la de precuelas, El retorno del Jedi fue un gran cierre y más de 30 años después sigue siendo un filme modélico, de ritmo endiablado, divertido y con elementos que forman parte de la imaginería popular como el bikini que luce Leia en el palacio de Jabba el Hutt en el largo y espléndido prólogo que sirve para coronar el final abierto de El Imperio contraataca y reunir al grupo de héroes. El Emperador interpretado por Ian McDiarmid con un carisma arrollador, el duelo final de un Luke desatado y un Vader acorralado o la última aparición de Yoda son los momentos culminantes de una película que define a la perfección lo que tiene que ser el cine espectáculo y la ciencia ficción más aventurera. Puede que sea el filme que menos aficionados elegirán como su favorito de la trilogía, pero el listón estaba tan alto que, en realidad, lo que marca la enorme categoría de este Episodio VI sea que nadie lo detesta. Todo es tan coherente con lo que querían los filmes anteriores que el disfrute está más que asegurado hasta ese plano final de todo el grupo de héroes, una de las despedidas más bonitas de toda la historia del cine, da igual que sea con la música original de Williams o con la que escribió para la Edición Especial.