Título original: Star Wars: Episode V – Empire Strikes Back.
Director: Irvin Kershner.
Reparto: Mark Hamill, Harrison Ford, Carrie Fisher, Dave Prowse, James Earl Jones, Billy Dee Williams, Frank Oz, Peter Mayhew, Anthony Daniels, Kenny Baker, Jeremy Bullock, Alec Guinness.
Guión: George Lucas, Leigh Brackett y Lawrence Kasdan.
Música: John Williams.
Duración: 127 minutos.
Distribuidora: 20th Century Fox.
Estreno: 17 de mayo de 1980 (Estados Unidos), 3 de octubre de 1977 (España).
Si el después conocido como Episodio IV de Star Wars (aquí, su crítica) ha pasado a la historia como la película más revolucionaria de la historia del cine, El Imperio contraataca, su secuela directa, es la quintaesencia de la saga. Todo lo que en el primer Star Wars era maravilloso, en esta continuación directa se convierte en algo sublime. Si Darth Vader ya era uno de los villanos más grandes del celuloide, con El Imperio se convirtió en una figura mítica inigualable e irrepetible. Si el componente familiar enriquecía Una nueva esperanza, aquí se convierte en esencial para entender Star Wars. Y si el increíblemente imaginativo universo que aparecía en ese Episodio IV era clave para entender el alcance audiovisual de esta franquicia, lo que sucede en este segundo filme de la serie hace palidecer al precedente. Hay un consenso generalizado en considerar El Imperio contraataca como el mejor de los seis primeros títulos estrenados y hay muchísimas razones para ello. Cinematográficamente, es la película más equilibrada, la mejor escrita y probablemente la mejor dirigida. Pero es que, además, contiene el momento clave, el enfrentamiento entre Darth Vader y Luke Skywalker que esconde el secreto mejor guardado y la sorpresa más contundente, sí, probablemente de toda la historia del medio. El Imperio contraataca es el manual de la perfecta secuela.
George Lucas cedió la dirección del filme a Irvin Kerhsner, y se notó para bien. Y dejó que Leigh Brackett y Lawrence Kasdan pulieran el guión, y se notó todavía más para enriquecer el resultado final. Todos los personajes crecieron por esa unión de talentos, que sirvió para pulir precisamente las dos mayores carencias de Lucas como creador, la dirección de actores y la escritura de diálogos. Por eso Mark Hamill está aquí mejor que nunca en toda su carrera, por eso las frases de Harrison Ford son tan inolvidables (aunque él mismo creara esa memorable respuesta a Carrie Fisher cuando Leia le confiesa su amor). Sólo hay un pero que poner al libreto de El Imperio contraataca, y es uno que suele obviarse a la hora de las entusiastas valoraciones que siempre recibe este Episodio V: el manejo del tiempo. Es absolutamente imposible que transcurra el mismo tiempo en la aventura de Luke en Dagobah, aprendiendo las artes Jedi de Yoda y en la huida del Halcón Milenario de las garras del Imperio hasta acabar en Bespin. Y, sin embargo, Luke y R2-D2 por un lado y Han, Leia, Chewbacca y C-3PO por otro arrancan desde Hoth para acabar uniéndose en la ciudad en las nubes que dirige Lando Calrissian. Eso mismo le sucedió a Lucas, ya en solitario, en La venganza de los Sith (aquí, su crítica), y ahí sí recibió duras críticas por ello.
Con ese pequeño defecto, todo lo que sucede en El Imperio es formidable. La primera gran decisión fue romper la estructura clásica de este tipo de filmes y llevar la escena más espectacular, la gran pieza de acción, al arranque de la película. La batalla de Hoth, un planeta helado, fue incluso una manera formidable de ofrecer algo completamente diferente a la batalla en torno a la Estrella de la Muerte del anterior filme. Como toda secuela debe hacer, la película se mantiene fiel al espíritu y a la historia originales, pero haciendo que todo sea más grande. No sólo crece el conflicto de los héroes y la crueldad de los villanos (no hay que olvidar que aquí se produce la primera aparición del Emperador, aún sin el rostro de Ian McDiarmid salvo en las ediciones posteriormente retocadas por Lucas), sino que todos los añadidos a la galería de personajes resultan memorables. Lando, el cazarrecompensas Boba Fett (cuyo nombre no se pronuncia nunca en el filme) y Yoda (que demuestra la magia del cine, al hacer creíble a una marioneta con la voz de Frank Oz) son imprescindibles para explicar la genialidad que esconde Star Wars, como lo es la música de John Williams, aquí en su cénit, con una Marcha Imperial que se identifica tanto con Vader que parece imposible que no esté ya en el Episodio IV.
El Imperio contraataca se convirtió, desde el principio, en una muestra perfecta de cómo hacer cine espectáculo. Con una factura técnica deslumbrante en la que funcionaba todo a la perfección (es increíble el avance en apenas tres años y una sola película en materias como el movimiento de las naves, clave para hacer escenas tan memorables como la del campo de asteroides), supo combinar un aspecto visual memorable con una historia desafiante y unos conceptos, los de la Fuerza y su Lado Oscuro, que se han convertido en una mitología inigualable para incontables aficionados. Todavía es un modelo a seguir la forma en la que El Imperio hizo añicos la clásica frontera entre el bien y el mal en cualquier relato épico con la memorable revelación final, extraordinario colofón a dos horas impresionantes, de un ritmo salvaje y sin más pausa que la necesaria para que los personajes crezcan, con las dudas de Luke, el amor creciente y difícil de confesar entre Han y Leia, la brillante comedia que aportan 3PO, R2 y Chewbacca y hasta el humor negro que hay en algunas de las actuaciones de Vader (“disculpas aceptadas, Capitán Needa”). Este Episodio V sigue siendo la película perfecta de Star Wars y, con su final abierto y nada feliz, una space opera memorable y adulta, y uno de los títulos más memorables del género.