Título original: Justice League: Throne of Atlantis.
Director: Ethan Spaulding.
Reparto: Matt Lanter, Sumalee Montano, Sam Witwer, Sirena Irwin, Jerry O’Connell, Jason O’Mara, Rosario Dawson, Christopher Gorham, Nathan Fillion, Shemar Moore, Sean Astin, Harry Lenix.
Guión: Heath Corson.
Música: Frederik Wiedmann.
Duración: 72 minutos.
Distribuidora: Warner.
Estreno: 27 de enero de 2015 (Estados Unidos, vídeo).
La construcción del universo cinematográfico de Marvel y la cada vez más decisiva importancia del cine en el cómic y en sus productos derivados sirven para explicar lo que supone La Liga de la Justicia. El trono de Atlantis. Es la confirmación de que, al parecer, va a haber una serie de largometrajes animados para el mercado de vídeo que siga los grandes arcos argumentales de la Liga tras la remodelación del universo DC. Es una continuación directa de Justice League: War, y la escena postcréditos (herencia Marvel cien por cien aunque esas secuencias no se inventaran en estas películas) sirve como anuncio de la próxima secuela. ¿Dónde está el problema? Hay más de uno, pero el principal es que no estamos precisamente ante una historia nueva. Es un inconveniente para el cómic, pero también para sus adaptaciones. El trono de Atlantis se encuentra así por debajo de lo que ya había conseguido Warner en su memorable serie animada de la Liga de la Justicia, expansión del universo creado en las series de Batman primero y Superman después, concretamente en el episodio en dos partes The Enemy Below, con el que esta película guarda muchos paralelismos argumentales. Pero es que a partir de ahí la película tampoco llega a enamorar, a pesar de presentar una animación por momentos bastante notable.
La película da el protagonismo casi absoluto de la película a Aquaman. Eso implica que, por mucho que el filme lleve al grupo de superhéroes en el título, la Liga de la Justicia tiene un papel menor, difuminado, incluso superfluo, como excusa para añadir algo más de acción al clímax y para incluir alguna que otra escena que dé esa sensación de universo continuado (especialmente las dos secuencias del primer acto en las que Superman y Wonder Woman escenifican el acercamiento romántico que ya se ha visto en el cómic). ¿Podría haberse hecho la película sin la presencia de Superman, Batman, Wonder Woman, Green Lantern, Flash, Cyborg y Shazam? Sin duda, sí, e incluso eso habría permitido que fuera mucho más compleja e interesante. Eso podría haber sido el acierto necesario si el personaje protagonista estuviera bien perfilado, pero la película va cayendo en ese sentido. No es mala la presentación de Arthur Curry, y sobre todo es bastante bonito el flashback en el que aparece de niño o su retrato como hombre perdido y abandonado a la bebida, pero todas las motivaciones y explicaciones acaban ahí. El villano de la función, Orm, cae en la más sencilla de las caracterizaciones, sin la complejidad que podría haber hecho de él el magnífico oponente que se espera, pero todo, protagonista y antagonista, decae según la acción se a apoderando del relato.
Esa acción, no obstante, es lo que permite el entretenimiento mínimo para que la película no suspenda de forma clara. Hay que reconocerle a Ethan Spaulding, director del filme, que orquesta bien la acción y que la animación está a una altura importante, superior a la que hay en la animación televisiva y siguiendo el estilo de la espléndida serie Young Justice. La mejor escena de la película desde el punto de vista técnico es la pelea de Aquaman y Mera contra las criaturas submarinas que le lanza su hermano, un combate en el que el movimiento es completamente deslumbrante. Para los héroes que dan título al filme no hay muchos momentos de lucimiento por la necesidad de explicar el origen de Aquaman y la escasa duración ya habitual de este tipo de productos no deja demasiado margen, pero los instantes en los que los héroes despliegan sus poderes siempre se agradecen. Al final, es la excusa para disfrutar con adaptaciones de esta naturaleza, pero sabe a muy poco, e incluso ahonda en la sensación de que el filme podría haberse hecho fácilmente sin su presencia. Sólo en el primer acto tienen una importancia mayor, y es precisamente porque Aquaman no ha hecho su aparición como tal y porque es ahí donde se introducen todos los elementos con los que se quiere establecer una continuidad con War y con el título que venga a continuación.
Las dos películas de la Liga de la Justicia basadas en las aventuras del remozado universo DC (y que, para colmo, incluyen un nuevo rediseño en algunos personajes, siendo el más llamativo el del traje de Wonder Woman o la misma inclusión de Shazam, que no está en la alineación del cómic en el que se inspiran) no están entre los grandes títulos de la división animada de Warner, dominadora durante mucho tiempo en este terreno frente a las escasas aproximaciones a los personajes de Marvel, aunque parece obvio que la retroalimentación que se busca entre las viñetas y la pequeña pantalla se realiza sin demasiado esfuerzo. En realidad, El trono de Atlantis parece en parte pensada para satisfacer a aficionados algo complacientes que no se detengan en los detalles. Por ese motivo se podría pensar que se busca así a los de menor edad, pero la violencia bastante explícita que se ha incluido en la película (y que en Estados Unidos le valió la calificación PG-13) excluye esa posibilidad, buscando de esa manera una madurez que no consigue por su historia o por la liviana forma en la que se construyen los personajes. La nueva Liga de la Justicia tendrá que seguir esperando su película de animación definitiva. El trono de Atlantis, como ya sucedió con War, no lo es por una marcada irregularidad.