CÓMIC PARA TODOS

‘Iron Man’, de Jon Favreau

iron-man-spanishTítulo original: Iron Man.

Director: Jon Favreau.

Reparto: Robert Downey Jr., Gwyneth Paltrow, Terrence Howard, Jeff Bridges, Shaun Toub, Farah Tahir, Paul Bettany, Leslie Bibb.

Guión: Mark Fergus, Hawk Ostby, Art Marcum y Matt Holloway.

Música: Ramin Djawadi.

Duración: 126 minutos.

Distribuidora: Paramount.

Estreno: 2 de mayo de 2008 (Estados Unidos) y 30 de abril de 2008 (España).

Hoy el elogio a Iron Man es sencillo. Hoy, Tony Stark y su alter ego con armadura son el centro y el carisma del universo cinematográfico de Marvel Studios, el que en una primera fase culminó en la espléndida Los Vengadores y que ya transita por una segunda que no para de ofrecer emociones fuertes. Pero allá por el primer trimestre de 2008 había muchas más dudas. No era Jon Favreau el director que habrían escogido muchos aficionados para la primera película Marvel (un inciso obligado, hablamos del corazón de los Vengadores, puesto que la franquicia mutante de los X-Men de Fox y la arácnida de Spider-Man de Sony llevaba ya casi una década dando réditos) con aspiraciones de perdurar y, en el punto más optimista, de convertirse en el primer paso de un camino mucho más largo. Y Iron Man respondió con brillantez. El hecho de tratarse de una película de origen, como se suele encarar casi siempre una adaptación de las aventuras de un personaje de cómic, retrasa quizá demasiado la aparición de Iron Man, y por tanto limita sus apariciones en pantalla, pero hay mucho de modélico en esta película, como lo había en el Superman de Richard Donner, en el primer X-Men de Bryan Singer o el Spider-Man inaugural de Sam Raimi.

La clave estuvo en que la película, respetando la esencia del personaje creado por Stan Lee, Larry Lieber, Don Heck y Jack Kirby, supo reinterpretarlo para ofrecer una versión única y reconocible, pero también adaptada a unos tiempos bien diferentes a los años 60 en los que se le vio por primera vez en las viñetas. Es Iron Man, pero es también este Iron Man. Parece un matiz liviano pero no lo es, porque las aportaciones del actor escogido para darle vida, Robert Downey Jr., son claves para entender el éxito del filme. Hoy, hay que insistir en esa idea, es fácil elogiar a Downey Jr. por el carisma que le ha dado al personaje. Pero en 2008 no era precisamente un actor en la cúspide de su carrera ni tampoco la elección más obvia para interpretar a un superhéroe. Pero introdujo una ironía extraordinaria que hizo de su Tony Stark un personaje espléndido, que arranca siendo un tipo poco apreciable y acaba convertido en un héroe, para culminar la cinta con una sensacional línea de diálogo que es toda una declaración de intenciones como primera piedra del universo cinematográfico de Marvel. Downey Jr. es indudablemente lo más destacado de la película, pero casi todo el cásting encaja a la perfección, incluyendo el divertidísimo cameo de Stan Lee.

Es verdad que Favreau deja demasiado en manos de Downey Jr. el éxito del filme, lo que acaba desdibujando parcialmente al personaje de Pepper Potts (Gwyneth Paltrow parece la más perdida de todo el reparto en este ambiente), impide el desarrollo completo de Rhodey (interpretado por Terrence Howard, se nota demasiado que su presencia es más bien un guiño para una secuela) o incluso limita el alcance del villano (Obadiah Stane, al que da vida un adecuado Jeff Bridges) por ser demasiado similar al héroe, con una armadura todavía más grande que la de Iron Man. Pero al mismo tiempo es lo que hace que la cinta crezca. Robert Downey Jr. es el perfecto Tony Stark y es el alma de la historia. No hay más misterio que ese. Por eso todo funciona tan bien como lo hace en las poco más de dos horas de la película y por eso, en realidad, no se echan en falta más escenas de la armadura en movimiento. Las que hay son muy buenas, con un espléndido uso de los efectos especiales para que parezcan realistas y sea muy difícil distinguir qué es un trabajo realizado por ordenador del que se ha rodado en vivo, y son más que suficientes, aunque no deje de notarse cierta sensación de rutina en el clímax final, muy parecido al de otros títulos de alcance similar.

A veces se cae en el error de pensar que lo que merece la pena de las adaptaciones al cine de un cómic (o de un libro) es la fidelidad extrema a la letra del original. Iron Man es una prueba evidente de que lo realmente importante es respetar el espíritu. El Tony Stark de los cómics nunca fue realmente el socarrón que se ve en la gran pantalla. Ese añadido es vital para que funcione la película de Favreau (que había tenido un primer contacto con Marvel dando vida a Foggy Nelson, el abogado amigo de Matt Murdock en Daredevil). El personaje es el alma de la película. No las explosiones, los personajes voladores, las armaduras (enorme diseño, que se debe a las ilustraciones de Adi Granov) o los efectos digitales. Lo que consigue este filme es, en realidad, lo mismo que hizo Marvel en sus cómics en los años 60, poner el foco en la psicología torturada de sus personajes principales al tiempo que les dotaba de aspectos extraordinariamente llamativos y carismáticos. Por eso Iron Man encaja perfectamente como la primera pieza del universo cinematográfico de Marvel, aunque entonces no se tuviera todavía una idea bien precisa de lo que se estaba haciendo. Pero salió un arranque sinceramente entretenido y modélico.

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Esta entrada fue publicada el 2 mayo, 2014 por en Cine, Iron Man, Marvel, Paramount.

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